52. El viaje

Francisco Camus Navarro

 

Bajó del avión y fue a recoger su maleta, que tardó una eternidad y media en salir por la cinta. El viaje había sido corto, pero se le había hecho largo. Cuando el taxi hundió sus ruedas en el atasco, la desesperación empezó a estrangular su garganta.

Cuando por fin consiguió llegar a su casa, se percató de que las llaves no estaban en su bolsillo. Abrió la maleta, descansando sus dos mitades en el suelo. Con la palma de la mano esquivó las intenciones de un vecino con cara de querer curiosear. Sus manos rebuscaban sin criterio, su memoria era incapaz de guiarlas. Escrutó bolsillos y cremalleras, hasta que aparecieron dentro de la bolsa de aseo. Al entrar en su casa, dejo la maleta, tropezó con ella, la maldijo y entro en la cocina a trompicones.

Ella estaba allí, esperándolo. La cogió por la cintura, la destapó y olió su interior. De inmediato, la llama de una sonrisa iluminó su rostro y sus vísceras empezaron a ronronear de felicidad. Salió a comprar una hogaza de pan con la certeza de que no volvería jamás a un país donde no conocieran el aceite de oliva.