9. Su momento…
Ya la luna mora brillaba en los infinitos, en el harem Nazarí llegaba el momento del descanso, el sosiego, el silencio.
Las mujeres del harem corrían las finas cortinas rojas para dar por terminadas sus obligaciones dentro del mismo.
Desde el alba, una vez finamente compuestas cada una de ellas, se dedicaba a su quehacer.
Las músicas acariciando panderos y dulzainas, las bailarinas danzando eróticas, las poetisas recitando los más dulces versos escritos por sus clandestinos amantes.
Ahora, llegada la noche, disfrutaban de la intimidad que era solo para ellas. Se despojaban de lujosos ropajes, de las costosas joyas que las adornaban para dar paso a sus cuerpos, sus moradas.
En sus tocadores un vaso de té a la menta, entre henna y perfumes en un alargado tarro de cristal, el oro líquido andalusí que con sus manos distribuían por sus cabellos, por sus caras ávidas de alivio, por sus hombros desnutridos, por sus muslos para relajarlos como bendiciéndolos con la nutritiva savia.
Eran hermosísimas estas concubinas por su cuidado y disciplina gracias al aceite de oliva mágico.