
58. El Bosque Peinado
El camino es empinado, Juan lo sabe bien. Sube a diario en su viejo Land Rover y, en alguno de los repechos, toca acelerar a fondo. Cuando se llega arriba, un espectacular paisaje de olivar y sierra le aguardan. Tiene 65 años y una mirada tranquila. Va allí a trabajar, pero cada día se detiene en algún momento a contemplar sus olivos y la belleza natural que le rodea. Hoy no ha sido una excepción, pero algo diferente está pasando: en la distancia, puede divisar un vehículo que va subiendo el camino que recorre su finca. Hasta el fin de semana no llegarán nuevos huéspedes a sus alojamientos rurales, así que no espera a nadie. Tiene curiosidad por conocer quién o quiénes serán sus visitantes, apoya en la pared el rollo de tubo para riego que iba a cargar en el Land Rover y se dirige a la explanada situada frente a los alojamientos, lugar en el que finaliza el camino de la finca. Pasados un par de minutos, un SUV de color blanco llega hasta allí y se detiene. Del mismo desciende un hombre de unos 50 años que se dirige hacia él decididamente. Lleva barba, gafas y va vestido con ropa de campo en la que predominan los tonos verdes.
MIGUEL ANGEL
Buenos días, perdone la intrusión y la molestia. ¿Es usted el dueño de estos terrenos?
JUAN
Así es, ¿Qué se le ofrece, amigo?
Miguel Angel se acerca entonces a Juan y le estrecha la mano.
MIGUEL ANGEL
Encantado de conocerle, mi nombre es Miguel Ángel. Le voy a hacer una pregunta que, a lo mejor, podrá parecerle un tanto extraña: ¿ha visto usted en su finca alguna vez un Lince Ibérico?
Juan no se muestra en absoluto sorprendido por la pregunta y contesta enseguida.
JUAN
Anoche mismo se me cruzó uno bajando el camino de vuelta a casa.
MIGUEL ANGEL
Ya me imaginaba que en esta zona tenía que haber alguno.
JUAN
No es la primera vez que lo veo, lleva por aquí unos meses. Será que le han gustado mis olivos.
MIGUEL ANGEL
Si hay conejos, seguro que sí. El olivar se está convirtiendo en un hábitat perfecto para ellos.
JUAN
La verdad es que hay de todo. Durante la noche bajan los jabalís de la sierra, y también las cabras montesas. En verano beben de los goteros de los olivos. También por la noche se le puede cruzar algún tejón o algún zorro por el camino. Durante el día son más difíciles de ver.
MIGUEL ANGEL
Ya veo. Mire, soy biólogo y estoy llevando a cabo un trabajo de campo para la Administración Autonómica. Estamos investigando las áreas de expansión del Lince Ibérico. Resulta que la presencia de este animal, hasta hace no mucho, se circunscribía fundamentalmente a las zonas de sierra y monte de Doñana o Sierra Morena. Pero, con la recuperación de la especie, los linces van buscando nuevos territorios y el olivar se está convirtiendo en uno de sus hábitats preferidos, justamente por la abundancia de conejos.
JUAN
Aquí conejos no faltan, desde luego.
MIGUEL ANGEL
Y yo he venido a verle a usted para ver si me da permiso para instalar alguna cámara de foto trampeo en su finca y permitirme el acceso, y así poder censar los ejemplares que pueda haber en esta zona.
Miguel Angel se marcha satisfecho, ya que ha obtenido el permiso para instalar las cámaras. Juan mantiene una media sonrisa en su rostro mientras contempla como el SUV blanco de Miguel Ángel comienza a descender el camino. Le gusta el campo y la naturaleza y le satisface enormemente el hecho de que su finca no sea únicamente una explotación agrícola, sino que forme parte de un inmenso ecosistema que alberga una gran biodiversidad: el Olivar.
A la mañana siguiente, como hace a diario, Juan llega amaneciendo a su finca. El canto de los mochuelos se deja aún oír. Se entretiene un par de minutos en retirar los candados de la cadena que impide el acceso al camino por las noches y se da cuenta que la mañana es realmente fresca, se arrepiente de no haberse puesto la chaqueta que ha dejado en el asiento del Land Rover. Cuando se dispone a subir a su vehículo, aparece el SUV de Miguel Angel y Juan se acerca para hablar con él mientras éste baja la ventanilla
JUAN
¡Buenos días, ha madrugado mucho!
MIGUEL ANGEL
En la naturaleza, lo bueno suele pasar a estas horas.
JUAN
Pues sígame y, si quiere, le indico cuál creo que es mejor lugar para que ponga las cámaras.
Juan detiene su vehículo junto a una pequeña casa que utiliza como almacén de aperos, junto al camino, y Miguel Angel aparca a su lado. Ambos se dirigen hasta un bebedero artificial que aquel tiene instalado cerca para los conejos.
JUAN
Creo que éste es un buen lugar: está relativamente apartado del camino y, por la noche, es posible que el lince se acerque a beber aquí. En aquella ladera de la izquierda hay otro bebedero, allí puede poner otra cámara.
MIGUEL ANGEL
Parece perfecto, muchas gracias.
Es el principio del otoño y la aceituna destinada a la elaboración del aceite de cosecha temprana está casi lista para ser recolectada. Juan y Miguel Angel recorren el corto trecho que separa el camino del olivo en el que este último ha escondido una de sus cámaras. de seguimiento de fauna. Hace dos semanas que las instaló y se muestra impaciente por revisar las imágenes que hayan captado. Antes, ambos revisan los alrededores del bebedero y comprueban la existencia de huellas de cabra montesa y, quizás, también de algún jabalí. Cuando Miguel Angel se agacha para pasar por debajo de las ramas del olivo y acceder a la cámara, se percata que las mismas están repletas de aceitunas. Se detiene entonces a observar durante unos segundos el resto de olivos que les rodean.
MIGUEL ANGEL
Parece que este año habrá una buena campaña, ¿no es así?
JUAN
Parece que sí, Dios mediante.
MIGUEL ANGEL
Dígame Juan, hoy día, ¿se puede vivir realmente del olivar?
JUAN
Yo todavía no me he muerto.
Miguel Angel sonríe al escuchar la contestación de Juan mientras manipula la carcasa protectora para poder extraer la cámara de su interior. Posteriormente, no vuelve a decir palabra alguna durante algunos minutos, está totalmente concentrado en revisar las fotografías que la cámara ha captado durante estas dos semanas. Cuando finaliza, permanece pensativo unos segundos mirando fijamente hacia uno de los olivos de Juan.
JUAN
¿Y bien? ¿Ha captado algo interesante?
MIGUEL ANGEL
Pues un poco de todo, la verdad. Enhorabuena Juan, tiene usted un olivar realmente repleto de vida.
JUAN
¿Y nuestro amigo el lince? ¿se ha dejado ver?
Miguel Angel niega con la cabeza mientras mira a Juan con expresión de decepción.
JUAN
Bien, todavía queda la otra cámara, ¿no?
MIGUEL ANGEL
Tenía mis esperanzas depositadas en ésta, la verdad. Pero vamos a ver la otra, sí.
Ambos se dirigen campo a través al lugar donde Miguel Angel ha escondido la segunda cámara. Cuando llegan, éste la desmonta y comienza a comprobar las imágenes. Juan se sitúa a su lado para ver también qué es lo que ha captado. Miguel Angel va pasando las fotografías en las que aparecen diferentes animales: conejos, cabras montesas, tejones, jabalís… y, de repente:
JUAN
¡Ahí está, ahí está! ¿Ve cómo se lo había dicho? ¡Ahí lo tiene: un lince!
Miguel Angel mira con satisfacción las fotografías.
MIGUEL ANGEL
Es aún mejor Juan, hay dos. Aunque parezcan el mismo, en realidad son un macho y una hembra. Son ejemplares jóvenes, puede ser que sean hermanos.
Una vez que Miguel Angel ha descargado las fotografías en su ordenador portátil, vuelve a dejar instalada la cámara en el mismo lugar.
MIGUEL ANGEL
Si le parece, Juan, dejaré las cámaras en su finca durante unas semanas más para confirmar que se trata individuos estables y no de ejemplares de paso.
A finales de noviembre, la campaña de la aceituna en Jaén está en su apogeo. Juan está muy atareado dirigiendo su cuadrilla y no se ha percatado que el SUV blanco de Miguel Angel ha aparcado junto al tractor y el remolque. Mientras supervisa el trabajo del operario que maneja una de las lanzas vibradoras, observa como Miguel Angel se acerca al y saluda educadamente al grupo de trabajadores.
JUAN
Buenos días, no me había dado cuenta que estaba por aquí, me alegro de verle. ¿Qué tal va el censo?
MIGUEL ANGEL
Buenos días Juan. El censo ha ido de maravilla. En realidad, vengo a despedirme, mi trabajo ha finalizado. Hoy ya solo resta recoger las cámaras y agradecerle la colaboración que me ha prestado.
JUAN
Siento oírle decir eso, la verdad. Ayer mismo vi a nuestros amigos de lejos tumbados al sol, descansando sobre una roca. Se pasaron allí toda la tarde.
MIGUEL ANGEL
Sí, es un comportamiento muy habitual en estos animales. Si las urracas no les importunan demasiado, pueden tirarse horas descansando en el mismo lugar.
JUAN
Y, ahora ¿qué? ¿tengo que hacer algo con ellos?
MIGUEL ANGEL
Nada en absoluto Juan. En realidad, hacer lo que ha hecho hasta ahora: continuar dedicándose a lo que se dedica y seguir trabajando en su olivar como lo hace. Si no se le pone trabas, la naturaleza encuentra su camino. Su olivar es en sí mismo un ecosistema, siga cuidando de él como lo viene haciendo y los linces y el resto de la fauna y flora que lo habitan seguirán haciéndolo.
Juan y Miguel Angel se despiden con un afectuoso abrazo. Ambos han aprendido mucho el uno del otro a lo largo de estas semanas sobre una pasión que comparten: el Olivar, ese bosque peinado por la mano del hombre que está lleno de vida.