
55. Mi cocina
En un pueblecito, cerca del corazón de España, vivía Isabella, una mujer con ojos brillantes y manos llenas de historias. Entre las colinas verdes y los fragantes olivos, cocinaba con la misma pasión con la que cultivaba el aceite de oliva.
Cada mañana, mientras el sol ascendía en el cielo, Isabella recogía las olivas maduras con cuidado, como si fueran tesoros. El aroma embriagador del aceite recién prensado llenaba su cocina, donde los recuerdos y sabores evocaban paz.
Isabella creía que en cada gota de este líquido dorado se escondía el abrazo cálido de la tierra y el amor de generaciones pasadas. Sus manos acariciaban el frasco con ternura, como si tocara una antigua melodía. En tardes nocturnas, Isabella compartía historias con el pueblo.
Los habitantes se reunían alrededor de una fogata; a su vez, ella cocinaba con su aceite casero. En cada destello de la hoguera, veían reflejados los destellos del aceite en sus platos y corazones.
Isabella no solo elaboraba aceite de oliva, sino que también creaba conexiones humanas a través de sus relatos, convirtiendo cada gota en un símbolo de unidad y amor. Y así, los olivos seguirán creciendo y alimentando cada corazón en cada cálido rincón.