40. Nuestro momento
El mar de olivos se extiende de nuevo ante mis ojos. El sabor del hoyo me traslada a un momento feliz. Aquel en que, sentado en las piernas de mi padre, extraía la miga de un trozo del final de la telera, lo rellenaba de aceite y espolvoreaba con azúcar. La anhelada merienda diaria con que me obsequiaba al volver del tajo. Nuestro momento cómplice tras su intensa jornada vareando olivos con aquellas manos grandes y agrestes salpicadas de sabañones. Colmando espuertas que llevar a la zaranda en la que se cribaba lo prescindible para mantener lo esencial. El paso del tiempo se llevó los sueños y trajo el olvido. Mi padre esboza ahora una sonrisa inocente al contemplar el olivar. El hoyo de pan con aceite que comparto con él cada domingo parece evocar también su recuerdo proustiano. Es nuestro momento. Algo que todavía no nos ha podido robar el Alzheimer.