24. Un poco de verde

Juan Diego Forero Vélez

 

Qué desesperación sintió Noé cuando la paloma, ignorando su falta de cordura, regresó con las plumas entre las patas. La lluvia era apenas perceptible, unas gotas diminutas caían sobre el armazón de madera y Noé, perdido como estaba, gritaba con furia al cielo que parecía haberlo abandonado. La sorpresa, vestida siempre de blanco, lo sorprendió una mañana, cuando, acostado en lo profundo de la barca escuchó el tenue y tímido caminar de un animal diminuto, junto al roce diáfano e inconfundible de una ramita de olivo deslizándose contra el suelo, en el pico del mensajero; recién cortada, viva, estimulante.…