234. La leyenda del olivo y la niña mora
Una lágrima recorre su mejilla al divisar por la ventanilla del autobús el pueblo de Canjáyar, con sus lucecitas ya encendidas, como luciérnagas tintineando en la oscuridad. Está muy ilusionada con su nuevo proyecto, un Alojamiento rural, y ofrecer a sus huéspedes servicios en torno al aceite de oliva.
Ya en el pueblo su abuelo la recibe con un gran abrazo. Después de cenar como diría el bisabuelo «dos huevos fritos con patatas como manda el reglamento», siempre con el AOVE, fresco, intenso, aromático, se sientan junto al fuego y ella le pide un relato.
El abuelo con voz grave comienza: dice la leyenda que una niña mora venía todos los días caminando a llenar su cántaro al manantial y se sentaba junto a un arbolito que estaba muy seco. «Qué arbolito más singular. Tendrá una historia propia, habrá sido testigo mudo de acontecimientos, un verdadero Guardián vegetal.» Lo regó todos los días para saciar su sed y así el arbolito se transformó en un hermoso Olivo que todas las primaveras se engalanaba de blanco y amarillo para cortejarla. -Esta leyenda será el lema de mi proyecto, gracias abuelo.