226. Aceite sobre el parqué

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Observó cuidadosamente el pan unos instantes. ¡Sí, estaba tostado en su punto! Posteriormente, echó un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra sobre su superficie y lentamente, con mimo, incluso se podría decir que con cariño, extendió el aceite cual si fuera una especie de ritual sagrado. Una vez untado a su entera satisfacción, mordió cuidadosamente la tostada deleitándose en ese estallido único de sabores. Instantáneamente, notó una oleada de placentera tranquilidad que le inundaba por completo.

Alzó la vista y a través del amplio ventanal contempló el inconfundible perfil que dibujaban los rascacielos en la “City” de Londres, el distrito financiero más importante del mundo. Desvió la vista a un monitor que, junto a una serie de relojes que indicaban la hora en las principales capitales mundiales, mostraba un cronómetro en cuenta atrás. “Ya queda poco para el gran momento”, pensó.

Notó una repentina punzada de inquietud. En breve comenzaría uno de los acontecimientos financieros del año: la salida a Bolsa de una nueva multinacional aceitera formada por la unión de varias cooperativas. Dado el más que elevado precio que había alcanzado la materia prima, se preveía un éxito total en la colocación de las acciones y por tanto, un movimiento de muchos millones y esto siempre acarreaba complicaciones y problemas a saco, como bien sabía. De pronto, notó una presencia a su lado que le hizo volver de sus pensamientos.

—Buenos días, me llamo Susan… —dijo jovialmente una mujer de aspecto elegante y mirada resuelta, que se acababa de sentar enfrente de él.

—Encantado de conocerla, me han hablado mucho de usted —Susan era la gestora de uno de los más importantes fondos de inversión a escala mundial y se rumoreaba que iban a participar activamente en la inminente salida a bolsa de la empresa aceitera. Buscaba como preguntar de forma sibilina a que se debía el honor de su presencia, pero ella se le adelantó.

—Ayer te vi por varios de esos eventos sociales tan coloridos que se desarrollan antes del gran día. —Permaneció en silencio unos instantes y como quien no quiere la cosa soltó sin disimulo alguno una pregunta—. ¿Representas a inversores que van a participar en esta salida?

“Vaya, directa al grano”, pensó él. Reflexionó rápidamente; ayer estuvo en varios actos sociales donde solían coincidir las partes interesadas en una operación de este calibre y entre copa y cháchara era fácil bajar la guardia y decir algunos comentarios… y siempre había orejas por todas partes escuchando. Además, con toda certeza ella conocía para quien trabajaba pero quizás no sabía porque estaba exactamente aquí. Decidió sincerarse hasta donde la prudencia aconsejase.

—Como seguramente sabrá, trabajo para un grupo de pequeños inversores del sur de España que están interesados en participar en el capital de esta empresa. A fin de cuentas, la cultura del aceite es algo muy presente en esos territorios.

Ella miró a uno de los monitores, y confirmando esa aseveración preguntó:

—Ya que eres de por allí, ¿No me puedes decir algo interesante de la empresa? No confidencial, por supuesto.

—No mucho que ya no se sepa. Empezó como una empresa familiar, ha crecido vertiginosamente y ahora va salir a bolsa.

—He oído decir que hace dos o tres años hubo una disputa bastante enconada entre los accionistas.

—Es cierto, —respondió él cautelosamente, como si estuviera  escogiendo con cuidado las palabras—. Se dice que a la familia propietaria la hicieron una encerrona y la despojaron del poder en el consejo de administración de una forma vil y traicionera. Sí, hubo mucho dolor.

—Pero recibieron una buena indemnización —apostilló ella con una certeza que daba a entender que conocía perfectamente la historia.

—Hay cosas mas importantes que el dinero —dijo él con un tono extrañamente inexpresivo—, pero esas son historias del pasado y completamente ajenas a la situación financiera actual de la empresa. Y una de las cosas por las que me paga mi fondo de inversión es buscar buenas oportunidades de negocio y, por supuesto, estar presente en acontecimientos como el que está a punto de acontecer. No es ningún secreto que estamos interesados sobremanera en adquirir capital.

—Una salida que ya va ser inminente —dijo Susan mirando el panel donde la cuenta atrás se iba acortando—. Y de paso, una de tus funciones será ver si cae alguna información que pueda aconsejar cambiar las cantidades a invertir, ¿verdad?

—Se podría decir así pues como bien sabes, el conocimiento de ciertos datos es fundamental en este negocio y… saber quienes realmente participan —susurró mirando fijamente a los ojos de ella, que le sostuvo la mirada con una divertida mueca—. Por cierto, me gustaría saber por que me distingues con tu atención sabiendo lo ocupada que estás, a fin de cuentas no soy un tiburón financiero ni nada similar —se calló a tiempo antes de decir “no como otras”.

—Es fácil de explicar. De los tengo cierta seguridad de que van a jugar en esta mesa, tú eres el único de aquella zona y me gustaría conocer tu opinión sobre como pueden evolucionar las acciones. El sector aceitero no es mi fuerte.

—Está claro que el aceite, por su precio, se ha convertido en una especie de oro líquido, la empresa está razonablemente saneada y en general las proyecciones a corto y medio plazo son buenas. Pero esto ya se lo habrá dicho con datos objetivos su departamento de análisis financiero.

—Anda, vamos a tutearnos y te invitó a ver el gran momento conmigo; ya sabes que tengo sitio de preferencia —dijo ella cambiando de tercio.

“¿Por qué no?”, pensó él y levantándose, se dirigió con ella al salón principal; ya estaba a punto de comenzar el espectáculo. Llegaron al recinto donde sonaría la campana que se usaba para anunciar eventos significativos y ocupó un sitio junto a Susan que, tal y como había prometido, era de lo mejorcito que había.

—Por mucho que lo hayas vivido, este momento nunca deja de ser emocionante, ¿verdad? —dijo Susan entusiasmada mientras observaba como el cronómetro ya encaraba los últimos diez segundos.

Él asintió mientras sentía como el sudor se deslizaba a través del hueco de su espalda, e intentaba disimular su nerviosismo. El ambiente era de máxima expectación y tensión contenida. De golpe, el público empezó a corear a grito pelado los últimos segundos: cuatro, tres, dos, uno…

En ese momento, una campana empezó a sonar estrepitosamente, resonando en toda la sala ante el jolgorio general pero en seguida todos los ojos se fijaron en los monitores donde se seguía en tiempo real el valor de las acciones de la empresa, que ya empezaban a cotizar. Comenzaron con una destacada subida, que era lo previsible en estos casos cuando había tantas expectativas positivas.

—Bueno —le dijo él a Susan, llenando generosamente dos copas del mejor champaña —, es hora de brindar por éxito de la salida y…

Se fijó en el repentino silencio que se había adueñado del recinto y su mirada se volvió hacia la gente que había a su alrededor; todos miraban fijamente a las pantallas, unos con notoria satisfacción, otros con expresión descompuesta según como hubiera sido el tipo de inversión. Desvió su mirada a Susan, la cual también contemplaba con expresión indescifrable las cotizaciones  y murmuraba: “¿pero que…?

Al mirar él también, observó que las acciones estaban cayendo a plomo en una línea casi vertical sobre el gráfico de evolución de la salida. Entonces sonó una alerta de noticias en su móvil, que leyó rápidamente. La voz de Susan rompió el silencio al terminar de leer.

—Ya lo ves, acaban de salir unos informes donde se concluye que la previsión de una sequía muy fuerte en la zona donde se encuentran los principales olivares que suministran a la empresa, puede trastocar la producción prevista a la baja. Si a esto le sumamos todos aquellos que desde el principio iban a apostar a pérdidas…

Él calló, pensaba en aquella información que alegremente quizás había soltado anoche, cuando la tranquilidad del entorno festivo engaña y uno se olvida de los tiburones que acechan. ¡Qué fácil es bajar la guardia cuando se siente uno relajado y en un buen ambiente!

—Esto debe de haber hecho que inversores de peso se retiren de la operación antes de perder más; lo que explicaría la caída brusca de las acciones—continuó Susan—.  Por cierto, se dice de tu grupo inversor que se apalancado en gran cantidad de préstamos pocas semanas antes de la operación. O sea, que si hubierais apostado por que va a bajar el valor en vez de subir…

Él aguantó la mirada de Susan sin pestañear, sin traslucir ninguna emoción. Solo un ligero temblor unos de los dedos de su mano, pero imperceptible al estar oculta en uno de sus bolsillos, podría indicar la tensión interna. Tras unos segundos interminables, Susan sonrió y cogió su teléfono móvil.

—Póngame con el departamento de inversiones. ¡Ahora mismo, sin dilación! —dijo con voz clara y firme.

Tiempo después, faltaba una hora para el cierre de la Bolsa de Londres y allí se encontraba él en la cafetería del recinto, saboreando otra tostada regada generosamente con aceite de oliva. Vio acercarse a Susan y como se sentaba a su lado.

—Otra vez comiendo pan tostado? —le dijo.

—¿Sabes Susan?, en mi tierra se dice que las penas con pan son menos penas. Yo prefiero además añadir a la “tosta” una generosa ración de aceite de oliva virgen extra.

—Y también has incorporado las alegrías a ese dicho —bajó la voz hasta convertirla en un susurro—. ¡Todo aquel que haya apostado en corto,  a pérdidas, se ha forrado pero bien!

Él la escuchaba con toda atención, trasluciendo lo que podría parecer una leve mueca, sin dejar de comer su sabrosa tostada. Susan continuó hablando, acercando su cara a la suya.

—Palabras sueltas en actos sociales, fruto de la relajación del momento, acerca de una sequía, de que si cierto fondo no lo tiene claro del todo a pesar del endeudamiento realizado para la inversión. Sí, palabras que por si no solas no significan nada en un contexto dado… pero si las ves globalmente, te hacen pensar.

—Y haciendo honor a tu fama, aprovechaste la ocasión —dijo él.

—Cierto, no me costó mucho discernir, especialmente cuando vi tu expresión esta mañana, que vuestro fondo iba en corto. Se te veía nervioso pero no con esa clase de tensión de alguien que ve como su empleador pierde hasta la camisa; ya tengo bastantes tablas en esto. Entonces, cambié la cobertura de nuestra inversión a corto también.

—Lo que acabó de hundir la cotización —apostilló él.

—Bueno para mí, bueno para ti —dijo ella—. El caso es que ahora que está el valor por los suelos, íbamos a comprar ya que como tú dices, el aceite es hoy en día oro líquido y por tanto, una buena oportunidad para tomar posiciones en esa empresa. Pero el caso es que la compra va muy lenta y no se por qué. Espera… ¿Pero que narices es esto?

Susan miraba hipnotizada los monitores, pues la cotización se había disparado de manera brusca, ascendiendo en una línea vertical hacia arriba.

—A este paso va a superar con creces la cotización inicial antes del cierre. Esto es que ha habido compras masivas y nosotros no hemos generado tanto volumen —en el móvil de Susan sonó una nueva alerta de noticias—. Vaya, vaya, dijo al terminar de  leer. Parece ser que cierto grupo inversor que conocemos de sobra, se ha hecho con el control de la aceitera y de paso ha revelado que tiene disponible grandes reservas de aceite de la campaña anterior, en previsión de una posible sequía, por lo que la producción y distribución de la próxima campaña no se verá amenazada.

Él la miró con una sonrisa beatífica, todo lo contrario que la expresión de ella, que se asemejaba a una máscara de furia contenida.

—No me gusta que jueguen conmigo —dijo ella con una extraña calma que parecía el preludio de una violenta tempestad.

Él se tomó unos instantes para responder y comenzó a hablar con voz suave, untuosa.

—¿Qué he jugado contigo dices? ¿Quién ha sido la que aprovechó unas palabras sueltas que dije algunas veces anoche y que por si mismas no dicen gran cosa pero que en tu mente empezaron a juntarse como un rompecabezas? ¿Quién desde entonces me ha estado buscando en cada momento, intentando aprovecharse en su propio beneficio, imaginándose planes y estrategias magistrales? ¿He insinuado yo algo directamente en algún momento? Que se sepa, siempre has sido tú quien ha dirigido la batuta de esta orquesta… imaginaria.

Calló unos instantes y saboreando con deleite el último bocado de la tostada, acercó su cara a la de Susan y habló en un tono muy bajo pero perfectamente audible:

—Además, no te puedes quejar. Habéis ganado una jugosa cantidad a corto y la subida de las acciones que habéis podido conseguir ha engordado todavía más las ganancias. Tu consejo de administración estará más que satisfecho con tus resultados y te premiará en consecuencia.

Ella abrió la boca con intención de responder pero se quedó callada y tras unos interminables instantes, empezó a reírse a carcajadas.

—¡Ja, ja, ja! Debí sospechar algo cuando vi que el volumen de los préstamos que habían servido para apalancaros en esta operación eran demasiado excesivos ¡Como que eran para algo más,,,! Para ir comprando reservas de aceite en las semanas previas a la salida a bolsa. Empezasteis la apuesta a la baja y necesitabais a un grupo fuerte que os hiciera el juego para que cayeran más en picado las cotizaciones. Al llegar a mínimos, comprasteis una sustancial cantidad de acciones a precio de ganga con los beneficios recogidos. Luego alguien suelta la noticia de las reservas que poseéis, las acciones empiezan  a subir y comenzáis a vender poco a poco según iba subiendo el precio para obtener más beneficios pero conservando la mayoría en la empresa. Con lo que habéis ganado calculo que podréis devolver todos los préstamos, sanear la compañía y dado el valor del aceite de oliva, en los próximos meses las acciones subirán como la espuma y os seguiréis forrando. ¡Enhorabuena, te vas a llevar una jugosa comisión!

Él se permitió esbozar una sonrisa y ella se levantó para irse pero antes le miró fijamente.

—¿Sabes?, me gusta tu estilo. Creo que deberías trabajar para nuestra organización.

—Bueno, yo solo me he limitado a seguir las directrices de nuestra directiva.

—Entonces quisiera conocer a tu jefe, jefa o similar. Estoy segura que podríamos hacer buenos negocios y por supuesto, tus comisiones seguirían fluyendo en atractivas cantidades —dijo ella con interés.

—Precisamente, ahora el consejero delegado de nuestro grupo va a dar en quince minutos una rueda de prensa explicando como va a ser la gestión de la empresa. Vas a tener la oportunidad de charlar a fondo con él.

—Por supuesto —respondió Susan—. Será un placer intercambiar impresiones. Nos vemos ahora allí. Y por cierto… tu familia debe de estar muy orgullosa.

Y dando por terminada la charla, se encaminó silbando una melodía hacia el lugar donde habían convocado a los medios, junto con numerosos periodistas que también iban para allá.

“¡Ay Susan! Espero que hayas comprendido y no seas rencorosa cuando sepas quien es el gran jefe… puedes ser una enemiga de enjundia”, pensó él mientras la veía alejarse. Mirando su reloj, se dirigió a uno de los lavabos; tenía que apresurarse pues quedaba poco tiempo.

Frente al espejo, se acicaló con rapidez y justo antes de salir, miró hacia arriba. Sabía que allí donde estuviesen, sus padres estarían complacidos y orgullosos.

—Lo conseguí, recuperé lo nuestro —susurró.

Salió con paso firme y seguro a la sala donde daría a los periodistas los pormenores sobre el futuro de la aceitera… en su calidad de máximo gestor del fondo de inversión que había tomado el control de la empresa.