163. Antes de la tormenta

Alves Pereira

 

Miro a los tantos árboles alrededor: las olivas andan verdes, más verdes que nunca, un verde oscuro y atrevido especialmente para el calor y la secura que va haciendo. Todo árbol tiene dentro de sí el potencial de una historia: guarda las memorias de tiempos antiguos, puede que se convierta en papel para la escritura, o una cruz, para la muerte. Son historias. Me pongo a rezar porque hablar con Dios es lo que me resta en este momento. He estado en cenas en las cuales tal vez estas mismas olivas han sido parte de la comida ofrecida. Igual el aceite nos sirve para hacer los bálsamos que curan heridas del cuerpo y del alma. No podía haber elegido un mejor lugar para mis últimas súplicas a Dios, si fuese posible alejarme toda la tormenta que se avecina. Pero no será. Eso me toca hacer. Ya no estoy de rodillas, me he puesto de pie y camino entre las olivas. Ahí vienen con sus antorchas, cadenas y palos, listos para sujetarme y hacer conmigo lo que les den ganas. Estoy listo también. Me preguntan dónde está Jesús de Nazaret. Les contesto con firmeza y sin ningún miedo más. Soy yo.