
143. Cóctel para un reencuentro
Te miro y no puedo creer que seas tú. Tantos años después y aquí estamos, frente a frente.
Has cambiado mucho, claro, como yo, pero esa mirada tuya de superioridad e indiferencia sigue intacta en ti a pesar del pelo cano y las nuevas arrugas de tu rostro.
Aún recuerdo cómo me dejaste allí tirada, a pleno sol, abandonada por ti. Como si yo no importara nada. Era poca cosa, pero no invisible, aunque tú así me lo hicieras creer.
Me veía pequeña, comparada a lo que había sido, pero no me merecía ese final que me diste. Me despreciaste como nunca nadie lo había hecho hasta entonces.
Siempre creíste que yo no era suficiente para ti, que lo nuestro no daría su fruto y que, si lo daba, sería a muy largo plazo. Y tú, no estabas dispuesto a esperar ni a dedicar tu tiempo a tan poca cosa como yo.
Apuesto a que me cambiaste por otra de la que rápido pudieras presumir ante tus amigos. Que no se marchitasen sus encantos nunca y que no se desarrollase demasiado.
Menos mal que siempre fui dura de roer, como me decían en casa, y muy resistente. No, tú tampoco ibas a poder acabar conmigo. Ni siquiera dejándome allí plantada, en ese secarral de mala muerte.
Querías que no creciera, que me fuera apagando poco a poco, que no quedara nada de mí…pero no fue así.
Ese día, viendo a lo lejos cómo te marchabas, me propuse aguantar contra viento y marea y lo conseguí.
Dicen que cuando uno no puede caer más, solo le queda subir. Y yo lo hice. Me lo tomé como un reto personal, teniéndote siempre en mi mente. A ti y a tu abandono.
Cierto es, que tuve suerte en mi camino. Me encontré con buenas personas que me cuidaron y me hicieron crecer. Tanto, que ya ni me reconozco. Era solo un despojo, y ahora florezco cada primavera. Mejoro año tras año. Tendrías que haberme visto hace solo un mes…me sentía tan llena, tan plena, que llamaba la atención y las cabezas se volvían para observarme.
Eché raíces en esa tierra en donde me dejaste sola. Ahora pienso que es el mejor sitio del mundo, pues una no es de dónde nace, sino de donde le dan oportunidades. Y me las dieron. No como tú. Y yo me agarré a ellas y no las dejé escapar.
No miento si te digo que sufrí mucho. No ha sido un camino fácil. Me he sentido asfixiada, sin espacio para desarrollarme como yo quería, me sentía seca y sin ganas de vivir. Pero siempre me recupero, tranquilo. La vida, me hizo fuerte. Ya no me doblo por cualquier cosa. Y ahora ya no me dolería tu abandono.
Tengo familia, ¿sabes? Y no me refiero a las personas que cuidaron de mí en mis peores momentos. Me refiero a la mía propia que, por suerte, sigue creciendo año a año. Estoy súper orgullosa de todos ellos, la verdad. Mis hijas me han superado, no solo en altura (que también) sino en aspiraciones. Cada año se sobreponen y dan lo mejor de ellas para que nuestra sangre siga extendiéndose por el mundo, llegando a todas partes, a cada persona que sepa valorar lo bueno que hay en nosotras. Y mis nietas van por el mismo camino. Su belleza y calidad sorprenderán cuando estén listas para salir de casa, aún son jóvenes e inexpertas como lo era yo cuando te conocí. Para todos ellos sí soy importante. Siempre me dan mi sitio. Y yo, no puedo más que agradecerlo y disfrutarlos.
Al final, en un sitio sin futuro, donde no había nada, hemos creado una gran comunidad. Gracias a ti, por abandonarme y gracias a la familia que hemos creado en estas tierras, ahora mucha gente tiene trabajo, hay casas, bodegas, almazaras y tenemos hasta una fiesta una vez al año donde todos disfrutamos con la música y la comida.
Lo dicho, gracias por no cuidarme. Por la vida que he conseguido y porque ahora valoro más lo que tengo, la verdad. A veces, en la vida hay que perder, para luego ganar. Pensaba que mi vida se acababa cuando te vi marchar, que yo no era nada, pero me equivocaba. Nací ese día y mi fortaleza nació contigo.
Nadie lo tiene todo. Parece que el equilibrio entre lo bueno y lo malo está perfectamente diseñado para todos desde que venimos al mundo. Si la infancia es dura, la vida te lo recompensa cuando creces, como me pasó a mí. Y al revés. Tú has tenido mucha suerte hasta ahora, estoy pensando. Yo de ti, me andaría con cuidado. Por si acaso…
Tengo que reconocer que he pensado mucho en ti. Te recordaba y me venían preguntas que ahora, que te tengo enfrente, me gustaría hacerte: ¿Qué ha sido de tu vida? ¿has sido feliz? ¿te arrepientes de solo pensar en ti?
Algo me decía que algún día nos encontraríamos de nuevo…pero no esperaba que fuera aquí, la verdad. Esto ha sido toda una sorpresa. Tú y yo mirándonos a los ojos con un cóctel por el medio. Qué gracia.
Todavía no sé qué hago en este lugar al que no pertenezco. Supongo que es el destino el que a veces mueve sus hilos para impartir justicia y darles la vuelta a las cosas. La fortuna me ha traído a verte. Querrá que saldemos cuentas.
Tampoco sé ni cómo llegué aquí. Una mano me acarició un día, me dijeron que era perfecta y me fui con ellos de mi casa. Mi querida casa, con mi gran familia. Ya no sé si volveré a verlos, pero no me importa demasiado. Sé que estarán bien sin mí. Han heredado mi fortaleza y mi esencia. Y una parte de mí vive en ellos, también lo sé.
El caso es que hubo una equivocación conmigo, por lo que se ve. Yo nunca me había dedicado a esto. Siempre valoraron más otras características mías, como el buen gusto y mi carácter dulce. Ahora valoran más mi aspecto, hay que fastidiarse. Ése que a ti no te gustó.
Ese día me sacaron del lugar al que pertenecía y emprendí un largo viaje de no retorno. Me llevaron rápido y en volandas y sólo me di cuenta del error cuando ya no podía hacer nada por evitarlo. Éramos muchas allí, dando vueltas sin parar tratando de volver con los nuestros, sin saber dónde acabaríamos. Teníamos miedo, pero por suerte también nos teníamos unas a otras.
Supongo que me han separado de los míos porque ya estoy madura. Quizás porque mi esencia ha cambiado. O porque siempre he sido muy intensa. Tanto da, no creo que lo averigüe nunca. El caso es que llevo un mes encerrada en un palacio de cristal. No me falta de nada y he hecho algunas amigas que están aquí conmigo, pero intuyo que es mi final. O quizás un nuevo comienzo, quién sabe.
Y ahora al verte a ti, lo tengo claro. El principio y el final de una historia siempre están relacionados. Fuiste mi principio y ahora serás mi final. Por eso la vida ha vuelto a juntarnos. Por eso estoy aquí. Aunque estaría bien que fuera al revés, ¿no crees? Sería poético que yo fuera tu final porque no permitiste que yo fuera tu principio…
Te hubiera ido bien conmigo. No sé qué ha sido de tu vida ni qué haces ni con quién, pero yo siempre doy más de lo que recibo, por eso lo sé. Y tú, ni agua me has dado.
Veo que sigues ignorándome. Ni siquiera te das cuenta de mi presencia, aquí frente a mí. Sigo siendo una más, ya veo.
Si, soy yo. Estoy tras el cristal de esta copa. No te guardo rencor (¿o sí?) pero no me he olvidado de ti en todo este tiempo. Te miro y veo lo mismo que tantos años atrás.
Te llamas Pedro. Eres alto, delgado y guapo. O eso te crees. Nunca le das valor a las cosas realmente importantes porque para ti lo único importante eres tú. Lo único que buscas es tu propio interés. Narcisista que eres. Y yo, por supuesto, no tenía valía. Sigues despreciando la vida, igual que me despreciaste a mí hace ya tantos años.
Lo que no sabes es que cuando tu vida termine, nadie se acordará de ti. Estás vacío por dentro. Nadie hablará de tu vida, no te celebrarán, porque no has dejado buen recuerdo ni sabor a tu alrededor. No como yo, que curo corazones y los hago sentir más jóvenes allá por donde voy.
Esta Señora, hasta machacada mantiene su esencia. Sigo siendo yo, a veces dulce, a veces amarga, unos días ácida y otros, picante. Depende de con quién me junte. He aprendido que ser natural y auténtica tiene su valor, aunque no lo creas.
En fin, tú sigue a lo tuyo, ignorándome una vez más y disfruta de este cóctel. Ya sabes que el Martini y la venganza se sirven bien fríos.
Pero ten cuidado, no vaya a ser que se te atragante esta rica aceituna.