05. Nacer en el olivar

Lechuga Sutil

Eran las cinco de la tarde, hacía un calor abrasador y aunque Manuela no quería mostrar signos de dolor, ella sabía que el parto era inminente. Con voz entrecortada pero desgañitándose, se dirigió hacia su marido para pedirle ayuda, había llegado la hora. Francisco salió con rapidez del cortijo y mientras, Manuela soportaba estoicamente las contracciones hasta que pasados unos minutos él llegó apurado y sudoroso para finalmente comunicarle a Manuela que no encontraba a la partera en los cortijos cercanos. Apurado por los gritos de dolor de ella, se apresuró a ponerle el aparejo al burro, un par de mantas para que estuviese más mullido y con dificultad, pero arrojo, Francisco ayudó a Manuela a subir a la grupa del animal. Tan solo habían avanzado unos metros cuando ella, henchida de dolor suplicaba a su marido que la ayudase a bajar porque no podía continuar. Bajo un gran olivo que proporcionaba una hermosa sombra, Francisco tendió las mantas en el suelo y como ya hiciera en las otras tres ocasiones, solo era cuestión de atender el parto cual matrona experimentada.