108. La Liga de los Nutrientes

Jorge Alberto Chaleco Ruiz

                                                                   

En el vasto universo alimenticio, existía un mundo legendario llamado Nutrivida, hogar de los héroes más poderosos: los Alimentos Saludables. Cada uno de ellos poseía poderes únicos, capaces de curar, proteger y revitalizar a la humanidad. Sin embargo, las cosas estaban lejos de ser ideales en la Tierra. El ejército de la Comida Chatarra, hambriento de dinero, enfermedades y corrupción, había dominado el paladar global con su oferta sabrosa, adictiva y barata, causando estragos en la salud de millones. Desnutrición con obesidad, problemas cardiovasculares, diabetes, variedades de cáncer y enfermedades cerebrales eran solo la punta del iceberg de un mal que devoraba el futuro de la humanidad.

En Nutrivida, los héroes saludables se reunieron en un consejo urgente. Presidiendo la reunión estaba Aceite de Oliva Extra Virgen, con su capa verde brillante ondeando al viento y una expresión seria.

—Aceite de Oliva: «Compañeros, la situación en la Tierra es más crítica que nunca. La Comida Chatarra está ganando terreno. Los humanos prefieren engullir grasas trans, sodio en diferentes presentaciones y edulcorantes refinados, mientras nosotros languidecemos en las estanterías de los supermercados, cubiertos de polvo.»

Quinoa, la heroína firme y cargada de proteínas, frunció el ceño.

—Quinoa: «Yo lo advertí hace tiempo. Nos están desplazando con cada nuevo combo a un dólar y cada gaseosa infinita. Pero claro, ‘es más barato’, ¿no? Mientras tanto, el costo de las cirugías de corazón y los trasplantes de riñón sigue subiendo.»

Aceite de Oliva suspiró profundamente.

—Aceite de Oliva: «Lo barato hoy, es caro mañana; y no me refiero solo al dinero. Hablamos de vidas que se apagan antes de tiempo, de cerebros deteriorados, corazones que ya no pueden latir. Y todo por unas papas fritas grasientas y refrescos tóxicos. ¡Incluso, ya hay bebés con obesidad!»

Aguacate, que se estaba ajustando su capa de textura cremosa, espetó: «Claro, porque no digo ‘instantáneo y comodidad’ como una porción de pizza congelada que tiene la misma cantidad de sodio que el Mar Muerto. Me he convertido en una especie de accesorio de moda, algo que usan en botanas para que parezcan más saludables, pero en el fondo, siguen ahogándome en salsas llenas de azúcar.»

Espinaca, siempre lista para la acción con sus músculos de hierro y fibra, intervino.

—Espinaca: «¿Y qué me dicen de mí? Antes, los niños me veían como el alimento de Popeye. ¡Ahora, me temen como si fuera veneno! ¡Pasan más tiempo abrazando bolsas de papitas que tocando un vegetal!»

Aceite de Oliva, siempre el líder, golpeó la mesa con fuerza.

—Aceite de Oliva: «Es el momento de actuar. No podemos seguir viendo cómo la humanidad se autodestruye en un banquete de muerte lenta. Somos la Liga de los Nutrientes, los verdaderos salvadores. ¡No esos farsantes procesados que se hacen pasar por comida!»

En ese momento, las puertas del consejo se abrieron de golpe, y Brócoli entró apresurado, con su cabellera verde moviéndose al viento.

—Brócoli: «¡Tenemos problemas! Los villanos de la Comida Chatarra han lanzado su nuevo ataque: una promoción de comida rápida que incluye hamburguesas a un dólar con papas fritas que no son papas de verdad y refills ilimitados de gaseosa. La muchedumbre de personas zombis son atraídas, ¡como moscas!»

Quinoa se llevó una mano a la frente.

—Quinoa: «Por supuesto. Porque cuando te ofrecen un producto que te mata lentamente, lo lógico es pedir doble porción.»

Aguacate chasqueó la lengua con disgusto.

—Aguacate: «Nada más eficiente que una hamburguesa barata para atraer a la multitud. Claro, una vez que las arterias se tapen y los cerebros se atrofien, ya no podrán pensar en lo ‘barato’ que les salió.»

Aceite de Oliva se levantó, decidido.

—Aceite de Oliva: «Esto no puede continuar. Debemos hacer que los humanos nos vean de nuevo, recordarles que somos los verdaderos héroes. Si no actuamos ahora, pronto serán esclavos de la insulina y prisioneros de las camas de hospital.»

 

El Ataque de la Comida Chatarra

Mientras tanto, en el oscuro y grasiento cuartel general de la Comida Chatarra, las risas resonaban como eco entre las montañas de envoltorios plásticos y latas vacías. Don Papas Fritas, el líder engrasado y crujiente, levantó su copa de aceite reutilizado.

—Don Papas Fritas: «¡A nuestra victoria! Los humanos están completamente bajo nuestro control. Se les hace agua la boca al oler mi fritura. Nadie puede resistir una porción caliente y salada.»

Soda Azucarada, una villana burbujeante y efervescente, se pavoneaba frente a su espejo de plástico.

—Soda Azucarada: «Yo ya perdí la cuenta de cuántos litros de mí consumen al día. Es adictivo, lo sé. Pero, ¿qué pueden hacer? ¡Las burbujas y el azúcar los hacen felices! Aunque luego vayan perdiendo dientes y las tripas se les inflamen como globos.»

Don Pizza Congelada, siempre con la grasa chorreando de sus costados, se relamió.

—Don Pizza Congelada: «Lo mejor es que ni siquiera se dan cuenta de lo que les hago. Con cada bocado, les lleno el cuerpo de químicos que no pueden ni pronunciar, pero mientras tengan queso derretido en la boca, están en el cielo. ¡Qué fácil es controlarlos!»

Pero antes de que pudieran seguir celebrando, las puertas del cuartel se abrieron de par en par y allí estaban: los héroes de Nutrivida, liderados por Aceite de Oliva.

Aceite de Oliva avanzó con confianza, su brillante color dorado reflejaba las luces del cuartel oscuro.

—Aceite de Oliva: «¡Basta de juegos, Papas Fritas! Tu reinado grasiento ha durado demasiado. Es hora de que los humanos conozcan la verdad sobre ti y tu ejército de venenos disfrazados de alimentos.»

Don Papas Fritas soltó una risa grasienta, su crujido resonó por todo el cuartel.

—Don Papas Fritas: «¿Tú, el aceite ‘virgen’? Vamos, nadie quiere una ensalada aburrida cuando pueden tener una caja de papas bien saladas y crujientes. Además, tú solías estar conmigo en el equipo, ¿lo recuerdas? ¡Nos fritábamos juntos en los días dorados!»

Aceite de Oliva frunció el ceño.

—Aceite de Oliva: «Esos días acabaron, Papas Fritas. Me di cuenta de que solo estaba contribuyendo a tu dictadura de adicción. Ahora lucho por lo que importa: la salud de las personas.»

Soda Azucarada, burbujeando con sarcasmo, interrumpió.

—Soda Azucarada: «¿Salud? ¡Por favor! A la gente no le importa su salud cuando pueden tener litros ilimitados de mí por unos cuantos centavos. Yo les doy una descarga de energía inmediata, una euforia dulce. Lo tuyo es demasiado… lento. ¿Quién tiene tiempo para eso?»

Quinoa dio un paso al frente, su tono cargado de ironía.

—Quinoa: «Claro, Soda. Les das una ‘descarga’ de energía, y luego los mandas directamente a la cama con diabetes tipo 2. Bravo. ¡Todo un plan maestro!»

Don Pizza Congelada intentó intervenir, pero Brócoli lo interrumpió con una voz grave y firme.

—Brócoli: «Pizza, no te engañes. Tú sabes que ya nadie te quiere de verdad. Solo eres un sustituto barato de lo que debería ser una comida decente. Tus ingredientes ni siquiera son reales. ¿Alguna vez te has mirado en el espejo?»

Don Pizza Congelada gruñó.

—Don Pizza Congelada: «¡Cállate, arbolito! Yo estoy en cada fiesta, cada reunión. Soy el rey del queso derretido, la gloria de la gratificación instantánea. ¡A la gente le encanta cómo los adormezco con grasa!»

Aceite de Oliva levantó su voz.

—Aceite de Oliva: «Eso es exactamente lo que hacemos diferente. Nosotros no adormecemos ni entorpecemos. ¡Nosotros potenciamos, revitalizamos! Pero la verdad siempre sale a la luz. Y hoy es el día en que los humanos despiertan.»

 

El Contraataque de los Nutrientes

El combate entre los héroes de Nutrivida y los villanos de la Comida Chatarra fue feroz. Espinaca se lanzó contra las pilas de envoltorios, desmoronando el imperio de plástico y azúcares. Brócoli se enfrentó a Don Papas Fritas, bloqueando cada embestida grasienta con sus poderosos brotes. Quinoa y Soda Azucarada luchaban en un duelo de palabras y burbujas, cada una tratando de convencer a los espectadores de su valía. Mientras el combate alcanzaba su clímax, los humanos comenzaron a notar el caos. Se encontraban en medio de un dilema: estaban atrapados entre el atractivo de lo instantáneamente placentero y la verdad detrás de lo que estaban consumiendo. Las campañas publicitarias de la Comida Chatarra estaban perdiendo su brillo a medida que la verdad sobre su impacto en la salud se hacía más evidente. Aceite de Oliva, en el epicentro de la batalla, reunió a sus aliados y lanzó un último y decisivo discurso: «Hemos estado escondidos en las sombras de los estantes, mientras la Comida Chatarra se ha hecho pasar por el camino fácil y sabroso. Pero no más. Hoy, demostramos que la verdadera satisfacción no es la que mata lentamente, sino la que nutre y fortalece. La salud es la verdadera indulgencia.»

Y así, mientras el polvo se asentaba y la Comida Chatarra se retiraba en desorden, Nutrivida comenzó a recobrar su lugar en el corazón de los humanos. Los héroes de los alimentos saludables, con sus mensajes de bienestar y vitalidad, volvían a llenar las estanterías, enseñando a la humanidad a buscar el verdadero sabor de una vida más sana.