
293. Loor al verde
Dicen que, si estas líneas se leen con velocidad, más cerca hallarás su sonoridad. Empeñados están en que bien merezco un homenaje en forma de poesía, o canción, mas la música no supone mi adicción, ni alegra siempre el corazón. Del pueblo soy sustento, póngase cómodo, se lo cuento:
Le pido a la luna que alumbre siempre mi verde. Un color, un aroma, Patrimonio de la Humanidad para el que no lo recuerde. Quien no me toma, se lo pierde. Desde tiempos pretéritos, la luz del candil he prendido, hasta en ánforas me han hallado en un barco malherido. ¡Vaya riqueza genero para ser solo fluido!
De origen ancestral, mi hogar el Mediterráneo, lejos de él me siento foráneo. Hay labriegos que formo parte de su vida, luego tiene sentido esta función ejercida. Todos me reciben con esperanza, ingenieros, maestros… y, cómo no, hombres de labranza, sin distinciones ni críticas en forma de lanza. Pero son los de campo los que me miman desde el amanecer, ruegan al cielo que sepa comprender, las lluvias mínimas para volverme a ver, en el sur, donde el olivo deja de crecer.
Siendo el sol aliado de mi vida, la oliva se convierte en fruta prohibida, todo beneficio para quien me cuida. Palestra de tres colores, de corteza blanca nací, de verde me vestí y en oro líquido me convertí.
De árbol milenario y en el alma cicatrices, amargo o afrutado para expertos de narices; y apropiado para la piel, cuando me deslices. De percepción intenso, medio, o ligero, bien conservado me quiero.
Dicen que despierto locura, sinónimo de necesidad, que no hay críticos que me puedan destronar. Que mi existencia es importante, desde la cosmética a conservante. Vitamina te doy, en tu dieta diaria estoy. Aceite de oliva soy.