
234. Picual
Desde hacía una década una terrible enfermedad azotaba a la humanidad, no se sabía de dónde provenía. Tal vez se ofendieron a los dioses, decían unos; otros, que era un castigo del mismo planeta. Mas la lógica científica apuntaba a que era una bacteria. Así lo confirmaron las investigaciones en aerobiología, las cuales habían arrojado resultados alarmantes: los microorganismos se transportaban de forma pasiva a través del aire. Las corporaciones Monarca y Umbrella habían estado desarrollando algunas vacunas y pidieron a la población que se inoculara para realizar el estudio. Los doctores Samantha Grimm y Ozwell Spencer comenzaron a suministrar el plasma a los voluntarios. Uno de ellos, Gregorio, había sido seleccionado y cumplido con éxito el protocolo de asimilación del plasma. Pero este había logrado escapar de aquella sala de experimentación, llevándose en su ADN la cura. Los científicos no habían revelado que la cura se encontraba en un árbol ancestral encontrado en la provincia de Jaén. Dicho árbol había sido dado en custodia por las diosas Minerva e Isis y estas habían sido ofendidas por el descuido humano. Ahora enfrentaban el desafío de saber si el virus era castigo humano o divino.