
80. Cosmogonía
Ya sabéis que no es la historia verdadera sino la mínima, decía. Una que podáis explicar en ciento cincuenta palabras.
Comienza en un tiempo infinitamente lejano. Por supuesto mucho antes de que naciese el primero de los hombres, antes incluso del nacimiento de las montañas y los paisajes, cuando el Sol apenas calentaba.
Fue en esa penumbra sin voz donde apareció una minúscula esfera de luz. Apenas tenía color, un suspiro en la nada, tan leve como el aliento del verdecillo sobre el olivo, tan bella como su canto.
Intimidada por la soledad y el frío la pequeña luz buscó refugio en su único compañero. Así permaneció millones de años.
Una mañana se desperezó ya verde y madura y se acercó al Sol, primero tímida y después confiada, como antiguos amigos. Danzaron como amantes, germinaron como dioses y discutieron como humanos. De sus lágrimas brotaron los olivos que la recuerdan.