
77. Corazón de aceite
La cita era esa misma noche. Después de tantos meses esperando por fin se iba a producir el ansiado encuentro. Nervios a flor de piel. Toneladas de ilusión en sus cuerpos. ¿Habría magia? ¿Ganaría el desprecio?
Tomás preparó una preciosa mesa a la sombra del olivo centenario que plantó su bisabuelo, el “Oli”, como lo llamaban cariñosamente todos. Algo inquieto fue repasando cada uno de sus elementos: velas encendidas sobre la mesa para iluminar sus miradas, los cubiertos dispuestos en el orden adecuado para disfrutar de tan sabrosos manjares, las copas bien relucientes, el vino en el enfriador, los sueños fluyendo a tope y las esperanzas creciendo a un nivel impensable.
María llegó puntual. Cuando abrió la puerta apareció esplendorosa y auténtica. Su princesa de cuento para escribir juntos el final más feliz. Primeras sonrisas. Ya dentro le ofreció un regalo. Tomás lo abrió: una botella de aceite de oliva virgen extra.
Qué pertinente y adecuado, pensó para sus adentros.
–Ahora mismo lo echo en la ensalada.
Dibujó un corazón de aceite sobre la lechuga. Destacaba mucho. A sus ojos parecía un corazón de oro. ¿Un mensaje encubierto? ¿Una llamada de atención? ¿Una muestra de habilidad culinaria especial? María se emocionó. Entendió que era el comienzo de una gran noche. Tomás, por su parte, no tenía ninguna duda. Se fueron los nervios. Se alejaron todos los miedos. Ya en la mesa se dejaron llevar por sus gratas sensaciones dando rienda suelta a sus deseos y acabando muy bien el cuento. Fue sin duda la mejor noche de sus vidas.