
74. El inicio de la campaña
Poco antes de que anocheciera empezaba a oírse el rumor de los tractores acercándose al pueblo por la carretera comarcal.
Mis amigos ya sabían que llegada esta época yo abandonaría el partido aunque fuera ganando por goleada y me iría corriendo a la puerta de la almazara.
Así fue, llegué a la cooperativa y en la puerta estaba Timoteo, el maestro de almazara, que al verme esbozó una sonrisa.
—¡Hombre zagal!
—Hola Timoteo —respondí.
—Enga tira pá dentro, anda.
Entré a toda prisa y me senté, como cada año, en un bordillo próximo a la báscula. Empezaba a refrescar y me estaba poniendo el plumas cuando entró el primer tractor, era un flamante John Deere 4455 verde con las ruedas amarillas que arrastraba un remolque lleno de aceitunas recién recolectadas del olivo.
El tractorista saludó a Timoteo y maniobró para vaciar el remolque en la tolva.
Enseguida llegaron más tractores y Land Rovers repletos de aceitunas y esperando para poder descargarlas y extraer su tan apreciado jugo.
Ya se han encendido las luces de la almazara, cintas transportadoras y lavadoras están a pleno rendimiento, el ruido de los tractores y las conversaciones entre los olivareros crean, junto con el embriagador olor a aceite de oliva recién exprimido, ese ambiente que tanto me gusta y que hace que me quede absorto.
Me sobresalta un pitido, es la alarma de mi Casio, que me recuerda que son las 9 y mi madre estará a punto de llamarme por el balcón.
Salgo corriendo y comienzo a remontar la calle del Molino en dirección a mi casa, pero antes me giro para ver las luces de la almazara y la fila de tractores difuminados por la niebla.