73. El olivo del patio

Manu Mitchell

 

Volver a Cazorla siempre es un momento especial, pues significa reencontrarme con ese lugar dónde tan feliz he sido con mamá y papá. Intento venir lo máximo posible, al menos una vez al año, pues la distancia a veces es un inconveniente. Hoy, como cada día, siento de nuevo la necesidad de hablarte. Sé que no voy a obtener respuesta tuya, pero sé que me escuchas y quiero contarte cómo esta todo desde que te marchaste. Por eso, he decidido escribirte esta carta y dejarla a los pies de tu preciado olivo, pues de alguna forma es como si tu estuvieses ahí representado.

 

Lunes, 5 de agosto de 2024.

 

Hola, papá.

No sabes cuánto te echo de menos. Apenas hace unos días, hizo diecisiete meses que te marchaste y no sabes lo difícil que ha sido continuar y sacar fuerzas para hacer que todo esté bien. Has sido de las personas más importantes en mi vida, de las que siempre ha estado para ayudarme incondicionalmente en todo lo que he necesitado. Sería maravilloso poder hablar contigo, contarte como me va en el trabajo y que tu me cuentes sobre tus maquetas de tren.

Mamá te extraña muchísimo, y aunque estos últimos meses ha mejorado bastante en su estado de ánimo, no puedo evitar sentirme mal por no estar a su lado y poder darle, de alguna manera, todo ese amor y cariño que necesita. Cada vez que voy a verla, aprovecho al máximo para estar con ella, pero para mí nunca es suficiente. Raro es el día que no me invade algún recuerdo de cuando nos íbamos los fines de semana y pasábamos los veranos en Cazorla, en nuestra casita que, con tan solo entrar, ya te impregnaba de ese olor a hogar, a tranquilidad, a lugar seguro…

Con tus hijos todo sigue igual. Bárbara y Tomás siguen dejándose llevar por la envidia y la venganza, y no saben el daño que le hacen a mamá cada día, que tiene que aguantar sus reproches y malas palabras. Me pregunto qué se les pasa por la cabeza para tratar así a su propia madre… Hace mucho que no hablo con ellos, desde antes que tu te marchases, cuando decidieron destruir todo lo que había alrededor en vez de preguntarse por sus verdaderos problemas. Es triste, pero la verdad es que han conseguido romper la familia, aunque lo que nunca podrán romper son los recuerdos y el amor que siempre nos hemos tenido. Ojalá algún día recapaciten y vean las cosas como realmente son.

Aunque ya no le doy importancia a ninguno de los dos, a veces me pregunto cómo personas de mi propia familia pueden tener una imagen tan distorsionada y mala de mí. ¿Acaso no me conocen? ¿No han estado presentes en ningún momento de mi vida para ver cómo me comportaba con vosotros? Es muy doloroso y a la vez frustrante su actitud. Pero bueno, aunque estas preguntas me ronden la cabeza en más de una ocasión, he asimilado que tanto Bárbara como Tomás ya no forman ni formarán parte de mi vida. En algún momento estuvieron presentes, pero nunca hubo un sentimiento sincero de ellos hacía mí. Siempre me vieron como una mala persona, como alguien que venía a arrebatarles todo lo que ellos tenían y a destruir sus vidas, cuando en realidad lo único que he venido a hacer aquí es vivir mi vida de la mejor forma posible, con las dificultades que me he tenido que encontrar a lo largo de todos estos años.

En Jaén, en tu casa, nuestra casa, todo sigue intacto, pareciera como si no hubiese pasado el tiempo. Cada vez que te veo en las fotos escucho tu risa, tan característica y única, en mi cabeza una y otra vez. No puedo evitar ir a tu oficina, y mirar en esa silla en la que tantas horas te pasabas sentado mientras diseñabas tus maquetas y construías tus casitas. Además, aunque no estés presente, tu voz resuena en mi interior cuando necesito escuchar alguna palabra tuya. Es una sensación maravillosa y a la vez muy extraña, pues tu voz sale del pecho y se extiende por todo mi cuerpo, dándome aliento y una gran tranquilidad. ¿Será que de alguna manera eres capaz de comunicarte conmigo y guiarme?

Llevo siempre conmigo la última fotografía que nos hicimos, mamá, tú y yo. En la cocina, con esa bata azul que tan bien te quedaba, ese último 1 de enero. ¡Lo que hubiera dado por estar a tu lado más tiempo, dándote la mano en tus últimos momentos! Aún me duele mucho el no poder haber estado contigo y con mamá, sé que lo mejor fue apartarme para que Bárbara y Tomás no armaran el espectáculo ni consiguieran el objetivo de humillarme y ponerme en entredicho ante el resto de la familia, pero yo debería haber estado ahí.

Tú bien sabes que, aunque viviésemos en Jaén, siempre he sentido algo muy especial por nuestra casa de Cazorla. Desde que te fuiste solo he podido ir dos veces, la última hoy mismo. Al llegar a Cazorla, he abierto la ventanilla del coche para poder sentir el aroma del pueblo. Al llegar a nuestra casita y abrir la puerta, me ha apenado mucho no sentir ese olor tan característico que sí volví a sentir la primera vez que vine, pero, al ir al patio y acercarme a tu olivo, el que cuidabas con tanta delicadeza y cariño, se me han saltado las lágrimas y he vuelto a sentirme en casa. ¡El olivo tiene impregnado el olor a casa! Cuando he sentido ese olor no me lo podía creer. Ha sido muy especial y he podido volver a sentir que estaba en uno de esos días felices, dónde parecía que todo estaba bien.

Mamá va siempre que puede a Cazorla a pasar unos días y a cuidar el patio, sobre todo tu olivo, porque ella sabe muy bien con el mimo que lo tratabas y lo importante que ha sido para ti. En el patio pareciera que no ha pasado el tiempo, pues el olivo está igual que tu lo dejaste la última vez.

¿Sabes algo? Me he dado cuenta de que ese olivo es una representación perfecta de ti. Quizás por fuera puede generar dudas de su grandeza, quizás no luce tan espectacular como otros árboles, pero en su fruto se esconde el secreto, un secreto de oro que tiene un valor incalculable, como tú. Tu persona, tu forma de enfrentarte al mundo y tu forma de tratar a los demás siempre ha sido algo que te ha caracterizado y te ha hecho esa gran persona que, para mí, siempre serás, en presente.

Las cosas nunca han estado bien, pero cuando estabas eras capaz de frenar cualquier tempestad que vienese a empañar la vida de mamá, la tuya y la mía, ya que siempre velabas muchísimo por nosotros dos. Eras el único que era capaz de plantarle cara a Bárbara y decirle todas las verdades a la cara, pues ese es su principal problema, además de la maldad y la inquina que tiene, el no aceptar las cosas tal y como son. A Tomás también le parabas los pies y no dejabas que se aprovechara de su situación personal para hacer lo que le diese la gana en casa.

A pesar de que todo esté tan destruido, sigo adelante y busco ese aliento en cada recuerdo, y bueno, tengo muchas personas que hacen mi vida mucho más bonita y fácil. Carlos ha sido un rayito de luz que llegó a mi vida para iluminarla y darle fuerza, porque en todos estos meses me ha ayudado muchísimo, hasta el punto de haberme salvado de mí mismo y de esa tormenta constante en la que se ha convertido mi vida. Sé que el te gustaba mucho para mí, y te puedo asegurar que me hace muy feliz y me apoya en cada momento que lo necesito.

También, he encontrado verdaderas amigas que me quieren tal y como soy y que me llenan la vida de momentos increíbles, además de apoyarme en todo y darme un empujón cuando más lo necesito. Son increíbles y las quiero mucho. No sabes la de veces que les he dicho qué ojalá estuvieses aquí para poder ir más a Cazorla, sin las prohibiciones de Bárbara y Tomás, a pasar unos días juntos.

Voy a seguir escuchando tu voz dentro de mí, reproduciendo tu risa en mi mente cada vez que veo una foto tuya y viniendo a Cazorla, a nuestra casita, a acercarme al olivo del patio y sentir ese olor a casa que tanto necesito, recordando esos momentos que pasamos juntos y felices.

Espero que estés dónde estés, estés bien y te sientas orgulloso de mí, por todo lo que soy y lo que he conseguido, en parte gracias a ti. Por muy duro que sea todo, aquí voy a seguir. Te escribiré pronto para contarte cómo va todo.

 

Te quiero, papá.

 

Tu hijo y nieto, Jaime.