
73. Conversación con una aceituna
Buenos días. Estoy entusiasmada por poder hablar contigo. No tengo demasiada gente que quiera pasar el rato conmigo porque tengo fama de ser más rara que una aceituna verde. Desde pequeñita fui una rebelde, una inconformista, vaya. Mis predecesores siempre me decían que debía acomodarme al destino que me sería asignado. Y no, no hablo de destinos místicos, ¡ojalá! Hablo de destinos terrenales. Los más habituales son: triturarme para conseguir aceite, aplastarme para ser aliñada o meterme en salmuera, que ya les vale, qué nombre más feo, no me apetece nada, y claro, así no hay quien acepte su destino y es que no quiero ninguna de esas cosas. Lo que yo quiero es ver mundo. Saltar de esta hoja plateada y rodar campo a través para ver el océano, escalar montañas, aprender idiomas, ¡yo quiero ser una aceituna viajera! De esas que se arrugan con el paso del tiempo y no porque alguien haya abierto un bote y se olvide de mí durante semanas, menudo destino es ese, le pasó a una prima mía, ¡uf!, no quiero ni pensarlo, ella sola, flotando en ese líquido amarillo y maloliente, casi peor que el alpechín. Incluso dicen las malas lenguas que se volvió un poco loca, y que terminó teniendo alucinaciones, hasta hablaba con su anchoa interior, ¡y era una cornezuelo! Una vergüenza para la familia, no nos dejan hablar de ello, es un tabú familiar, como lo de Corinna, shhh. Yo no quiero acabar así, quiero experimentar, pero experimentar la vida, no como mi abuela que experimentaron con ella y la rellenaron de cosas alucinantes como, ¡almendras! Madre mía, unos picores que tenía la pobre por dentro, que digo yo, qué trabajo les cuesta comerse la aceituna y después la almendra si les apetece, que mi abuela no sabía ya cómo ponerse para que le entrara el dichoso fruto seco ese, que también te digo, no hizo nada por facilitar la inserción, una egoísta y una estirada la almendra aquella. Y qué decir del relleno de queso, ¡puaj!, en serio, que alguien debe decir las cosas claras, ¡el queso es nata podrida!, no me dejo meter eso dentro ni por toda la lluvia del mundo. Por cierto, la lluvia, ¿alguien la ha visto?, ¿tenéis su WhatsApp? Es que no me responde a los emails y me estoy quedando como un kiko. Se me está agriando el carácter con esta sequía, luego que, si soy una borde, que vaya carácter seco que tienes, ¡señores que estoy como la mojama! Que me dan ganas de llorar solo por sentir un poquito de humedad en el rostro. Que sí, que somos de secano, que nos gusta el calor, el polvo y el sol, pero válgame el cielo, que como esto siga así solo vamos a tener aceitunas negras. El otro día lo hablaba con un vecino, un negacionista de esos que me repite siempre lo mismo: “todo es una exageración”, “que esto pasa todos los años, “que no nos acordamos de lo que se sufría antes”, “que esto del cambio climático lo dicen los que quieren meternos miedo”, “que la lluvia llegará cuando toque”. ¿Qué me estás contado? Si tenemos el olivo que da pena, que está más mustio que Rosalía después del engaño de Rauw Alejandro. Que sopla un viento del desierto que nos pone tibios hasta los huesos, ni protección solar, ni nada, es que me calienta tanto la cabeza con sus tonterías que me dan ganas de que me la partan para el aliño con tal de no escucharlo. Y no se queda solo en eso, ahora tiene una guerra brutal con dos aceitunas, a las que considera unos engendros, porque han dicho abiertamente que se sienten cerezas y que quieren que las recojan del árbol juntas, unidas por el tallo. ¡Bueno, bueno, bueno!, casi le da un paro cardiaco, que ¡menuda abominación!, que ¡¿dónde vamos a llegar?!, que ¡eso es porque no se les educó bien! ¡Uf, me da mucha pereza escucharlo! Me planteé incluso mudarme, pero he decidido apoyar a las chicas y ahora tenemos el día del orgullo de las cerezas, y hasta se nos han unido algunas aceitunas encurtidas que se sienten alcaparras, es muy probable que tengamos que cambiarle el nombre a la fiesta, lo vamos a estudiar y después haremos una reunión y votaremos al respecto, para que nadie diga que no somos democráticas en este olivo, aunque aún estamos gestionando el voto por correo, que ya sabemos que da mucho trabajo, pero votar se vota, no ni ná.
Siento que me he desviado del tema, que como decía antes yo lo que quiero es viajar y aprender idiomas, creo que esto ya lo mencioné, pero quiero explicarme. Hablo andalú, y a mucha honra, quillo, eso que vaya por delante, como decía mi abuelo, pero no me importaría aprender una mijita de idiomas y ser más internacional, que me han dicho que las aceitunas triunfamos en Japón, y yo ya me veo vestida con mi kimono dando las gracias –arigato– haciendo una reverencia y aprendiendo la ceremonia del té. ¡Es que me veo! Pero nada, aquí sigo, porque aún es agosto y no es momento de irse a ningún lugar, tampoco es que tenga mucho dinero para irme muy lejos. Como sabes, vengo de la gran familia “Picual” y somos muchas bocas que cuidar. No nos sobra para darnos caprichos, se reutiliza todo, en mi familia no se estrena nada desde 1982, hay que ser ahorrativa por si llegan malos tiempos, o eso nos dicen cada cinco minutos. Que también te digo, no creo que los tiempos por venir sean mucho peores que estos, que si guerra, que si calentamiento global, que si violencia, que si pandemias, que si incendios.
Ahora lo único que puedo hacer para conocer mundo es leer la prensa, y la verdad es que últimamente no es muy agradable porque a mi familia la están poniendo “a caer de un pino”, o como se diga. Dicen que estamos desapareciendo de los supermercados, que no valemos lo que costamos, que para robar que nos vayamos a “Sierra Morena”. Y nos sustituyen por aceites de soja y otras semillas. ¿Te lo puede creer? ¡Sustituirnos, a nosotras, las olivas! Indignante. No sustituyen a “Rubiales” pero a nosotras, por menos que nada, nos dan la patada, cual balón de fútbol, solo porque hemos subido un poquito nuestro precio. Bueno, vale, el aceite de oliva ha duplicado su coste, pero a ver, ¿qué es peor? No tiene punto de comparación y ¡ahí sigue! No hay criterio en este país, te lo digo yo. A veces me enfado tanto y me pongo tan roja que me confunden con una aceituna royal. Mi psicóloga, no sé si te dije que estoy en terapia, pero solo porque está de moda, no te creas que me hace falta, me lo recomendó una amiga y, por no hacerle el feo, pues me apunté a unas sesiones ¡y oye!, eso de que te escuchen, aunque sea porque les pagas, me parece una gran idea, (estoy por recomendárselo a mi madre y así me da una tregua) no sé si me arregle lo de la personalidad múltiple que, según ella, estoy desarrollando, pero lo de la verborrea lo llevo mucho mejor, ¿no te parece?
Oye, ¿hueles eso? ¿No huele como a humo? Uy, a ver si se está quemando la parcela y estamos aquí tan tranquilas, ¡que somos muy jóvenes para morir! Ah, no, espera, que es el vapeador de Arbequina, maldita sea, contenta me tiene. Desde que le ha dado por fumar esa porquería sueño cada noche que se incendia el olivo y que muero abrasada, me llegan las ojeras al tallo, ¿las ves? Y lo peor es que cada vez que le regaño, porque no es solo que tenga pesadillas que me están licuando los aceites, es que es malo para su salud, y siempre me dice lo mismo: “que no tiene nicotina”. ¡Eso da igual, meterse humo en el cuerpo no puede ser bueno para nada! “Aceitunas ahumadas”, otro experimento, supongo, conmigo que no cuenten, yo soy una clásica, nada de innovar, estoy en contra hasta del deshuesado. ¿Tú has probado los vapeadores? “Sabor a melocotón”, “sabor a piña” “sabor a sandía” todos los que fuman eso no se han comido una pieza de fruta en la vida y mira ahora: “no, no es que a mí el que me gusta es sabor a fresa ácida, los demás no me gustan” Si pudiera ¡los estrangulaba! Uy, perdona es que a veces me frustro. De estos arranques violentos también me está tratando mi psicóloga, pero sigo pensando que el problema es de ellos, no mío, yo estoy super cuerda. ¿No te parece, eh?
¡Mira la hora que es! No te entretengo más, seguiré por aquí si me necesitas o quieres un poco más de charla intelectual, pero te adelanto que, en octubre, con la recogida del aceite verde, tengo pensado un plan de fuga. Si vienes a verme y no estoy búscame flotando en un “Dry Martini”, agitado y no removido, como una estrella de cine.