
72. Pan con aceite
En los restaurantes, nada más sentarse, mi padre le pedía al camarero pan con aceite a modo de examen. “Si el aceite es bueno, la calidad de la cocina también lo será”.
Un día invitó a su hermano Adolfo a comer en el restaurante “con el mejor aceite de todo Jaén”. A mi tío Adolfo le sorprendió que su hermano no siguiera la liturgia de pedir pan con aceite antes de leer la carta, y que estuviera tan embobado y se mostrara con exquisita amabilidad con la diligente chef de ojos verdes.
–Me casaré con esta mujer –le dijo mi padre a su hermano.
–¿Así, tan fácil? ¿No sería mejor que antes la invitaras a salir? –preguntó Alfredo, sarcástico.
–¿Acaso no me escuchas? Me casaré con esta mujer.
Y, justo cuando Alfredo se disponía a mofarse, mi padre le entregó la invitación de boda.
A la chef –mi futura madre– le costó contener la risa al observar el rostro de incertidumbre del hermano de su prometido. Mi tío, aunque molesto de que hubieran mantenido el romance en secreto, se alegró de que su sibarita hermano hallara por fin algo en un restaurante que le gustara aún más que el aceite.