59. The wall
En la noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989, un llanito, hijo de gibraltareño y madre ubetense, espía del MI5, nombre en clave «Pink Floyd», introdujo en Berlín un cargamento de aceite de oliva español en un camión cisterna clandestino.
Antes de que los guardias fronterizos abrieran fuego, saltó en marcha y estampó el Pegaso contra el muro. Por el boquete se derramó líquido a ambos lados.
A la mañana siguiente, miles de berlineses, atraídos por el aroma que confundían con el de la libertad, se abalanzaron entre empujones y resbaladizas caídas. La multitud crecía y los trompicones hicieron que el muro comenzase a ceder debilitado por las filtraciones oleaginosas en los cimientos.
En cuestión de horas, la barrera que había dividido una nación durante décadas se desmoronó gracias al sabotaje oleico.
Quien me lo contó fue testigo directo de los hechos mientras degustaba un mollete de Antequera frente a la puerta de Brandemburgo, con su tomate, su aceite, su jamoncito y una botella de fino que, previsor, había llevado en la mochila. De no ser agente secreto, cualquiera hubiera reconocido a mi amigo «Pink Floyd».
Pueden creernos.