57. Miradas

Benito Yucatán

 

Nuestro protagonista echaba de menos la niñez, en un pueblo de Jaén , donde en la época de la recogida de la aceituna era todavía un niño ingenuo y feliz, marchaba con su padre para ver como vareaba el olivo, la colocación de la red, los capachos y el transporte de la siembra recogida. Todo eso quería reconquistar en su viaje.

A la mañana siguiente, en un bar, los recolectores y recolectoras esperaban su turno para ir a trabajar, se fijó en una joven que tenía el rostro ovalado, el pelo lacio y la mirada con unos ojos azul grisáceos que le hicieron cambiar el semblante; se paseó por la plaza del pueblo recordando ese momento del pasado. Llegaba tarde del trabajo, su hijo estaba en la cama, la mujer le preparó la sopa, al probarla una ira desbordada le llevó a cogerla del cuello apretando, no haciendo caso a su petición de piedad, hasta matarla.

Cuando en el juicio dijo su última palabra, afirmó que lo había hecho por servirle la sopa fría, antes de ser condenado a la máxima pena; ahora vagaba con el remordimiento siempre en su conciencia, era el castigo hasta que muriese.