53. Días de resiliencia

Salvador Vaquero Montesino

 

La excavadora provoca un ruido apocalíptico, avanzando sobre la tierra mancillada. Su abyecto cazo se hunde y comienza a extraer las raíces del olivo que durante quinientos años le han dado vida, llenando las almazaras con el oro verde de sus frutos. Ahora eso ya no importa. La avaricia humana prostituye aquel rincón de la naturaleza, dispuesta a transformarla en vastedades de cemento como tributo al dios del desarrollo, en esa pandemia suicida que oculta el holocausto. De repente el motor crepita y se para. El conductor se desespera y por más que gira la llave, no consigue ponerla en marcha. Al fin se baja del monstruo y entonces siente como una lluvia aceitosa cae del cielo, manchando su ropa y ensuciando su rostro. Mientras corre a refugiarse, un incesante granizo de aceitunas le golpea. Cuando consigue ponerse a salvo, el vindicativo pedrisco amaina. Un cielo oscuro y amenazante oscurece el día. La atmósfera le asfixia. Esa numinosa sensación termina por convencerle. Decide que no vale la pena seguir adelante y se marcha, mientras un rayo de sol se cuela entre las nubes arreboladas.