49. Emigrantes
Percibo cierto revuelo alrededor, desconozco su dialecto, aunque tantas primaveras compartiendo amaneceres y atardeceres, te llevan a conocer ciertas expresiones, a interpretar los silencios, a abrazar las tristezas, intuyo que éste que siempre consideré mi hogar y al que adoro con vehemencia se enfrenta a posibles cambios, su tronco viejo y retorcido, que viene dando cobijo a tantas generaciones que me precedieron, hoy anda encogido, hasta se podría decir tembloroso. Sus resistentes ramas testigo de mis primeros indecisos intentos de escarceo caen abatidas. Hoy desde bien temprano el sonido es tan ensordecedor que me niego a salir fuera de mi refugio, en un amago de asomo vislumbro un artefacto de enormes dimensiones, se asemeja a un gigante con un brazo que destruye a su paso. De hecho se ha llevado algunos hogares vecinos. Se acerca al mío, es imparable, ¡ya no se respetan cien de años de vida y soledad!, una voz cercana se vanagloria de un próximo cultivo intensivo.
He invitado a mis crías a seguirme, al final tendremos que emigrar como ellos hicieran en los años cincuenta, qué corta es la memoria, aunque al fin y al cabo ¿quién va a reparar en una simple abubilla?