38. Su mejor regalo

Bizi

 

Nora había llegado a Úbeda, llena de ilusión. Iba a descubrir el olivo que le había regalado su amigo Marcos. Tenía las coordenadas de dónde se había plantado. La niebla era tan densa que solo veía el camino que el GPS le indicaba.

Después de una hora, cansada, dudó de si ese era el camino y reflexionó que era una locura venir desde Bilbao a ver un olivo. Mientras se encontraba en estos devaneos y sin parar de caminar, se detuvo un momento y a sus pies descubrió un mar de nubes, se emocionó, como la niña que rompe el último trozo de papel de su regalo.

Los rayos de sol cruzaron la niebla algodonosa y aquel lugar, hasta el momento inexistente en su memoria, le envolvió el cuerpo traspasándole la piel.

Entonces vio a su alrededor los olivos y un escalofrío recorrió su cuerpo, allí estaría el suyo, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, no podía esperar, tenía que saber cuál era el suyo. Sacó su teléfono, introdujo las coordenadas temblando, bailó algún número al presionar, otra vez a empezar, hasta que por fin lo consiguió.

Nora encontró su olivo, lo abrazó y sintió que tenía otro amigo en su vida. Suspiró, sacó el teléfono y llamó a Marcos. Al otro lado se escuchó:

—¡Hola Nora!

—Marcos, gracias por regalarme tantas emociones en un solo día. Ha sido el mejor regalo que he recibido en mi vida. ¡Ah! Y tengo un nuevo amigo, cuando quieras te lo presento.