
35. Acuarelas en torno a un olivar
Mi tía era la culpable de que tuviéramos que levantarnos media hora antes para ir al olivar. No solo eso, sino que, a pesar de no ayudar en la recogida de la aceituna, el abuelo la elogiaba continuamente, mostrándola como la persona más provechosa y trabajadora de la cuadrilla familiar. Si bien es cierto que a mí me caía muy bien porque era simpática, agradable y tenía mucho sentido del humor, mi mentalidad infantil no llegaba a comprender tanta alabanza para alguien que era más un estorbo que un apoyo.
Tardé muchos años en admirar plenamente los dibujos y acuarelas y reconocer sus obras como el reflejo de una época en la que la cultura del olivar era, más que una actividad económica, una forma de vida en familia, a la vez que aún nos hacen evocar los ratos felices que disfrutábamos entre olivos. Sin duda, su paraplejia no fue óbice para el desarrollo de las dotes artísticas que le permitieron sentirse tan útil como los demás.