
33. El saludo del olivar
El sol acaricia mi piel mientras me saludan los olivos al verme pasar. Soy un viejo conocido del lugar. Me acompañan muchas aves a mi paso y siento en sus vuelos mi propia libertad. Al pisar esta tierra, vuelven a visitarme las tardes de verano que pasaba junto a mi abuelo. Esos juegos en aquel lugar único, en aquella tierra inmensa, donde todo era vida, pura naturaleza destinada a obtener el caldo de la vida, a fabricar un aceite único que luego se comercializaba en la almazara.
Sigo dando pasos por la fértil tierra y recuerdo una leyenda que llegó a mis oídos. Decía que las aves son ángeles de la guarda, que nos protegen durante nuestra vida.
Abro mis ojos, me he debido dormir en este vagón. Viajo hacia mi nuevo destino. Mis ojos han visto algo. Es una pluma blanca, algo me dice que alguien ha venido a hacerme compañía…