311. Picual

Flor de Mayo

 

-¿Papá por qué el aceite de oliva es tan valioso? ¿Y por qué le dicen oro líquido? -Miguel un niño de siete años del 2100 le pregunta esto a su padre Manuel.

-Miguel, te leeré este libro que escribió tu bisabuelo para que lo entiendas mejor. -Manuel a Miguel.

Mi nombre es Picual y sí, soy una oliva. Pero no una cualquiera, sino que soy una oliva centenaria o milenaria. En fin, no lo sé, tengo tantos años que ni me acuerdo.

Vivo en un olivar, junto con otras muchas olivas en Andújar, Jaén. Aquí se vive bastante bien; todo es muy tranquilo, se escucha el canto de los pájaros, hay una brisa muy cálida y un aroma único.

Pero no me quiero enrollar más, porque hoy os voy a contar la historia de todo lo que he visto a lo largo de mi vida. Desde que era una simple ramita hasta este mismo momento.

Un día un agricultor de la época de los romanos plantó una ramita de otra oliva en un pequeño montículo de tierra. Al año creció y la movieron a un olivar donde ella era la más pequeña. Las otras olivas tenían ya cerca de 20 años, eso para una oliva es muy poco porque todavía eran simples estacas.

Esa pequeña ramita era yo. A partir de ese día viví allí junto con montones idénticas a mí.

El día siguiente fue muy tranquilo, no había nada interesante y fue bastante aburrido. El siguiente fue exactamente igual.

Así pasaron los días, los años, las décadas… Los únicos cambios que yo percibía eran los del cielo algunos días llovía y otros eran especialmente secos aparte de esos lo único que yo veía cambiar eran las abejas que pasaban a mi lado. Mi dueño también había cambiado varias veces.

Pasaron muchos años, todos muy parecidos al anterior. Pero llegó una crisis muy importante para nosotras porque nos veíamos demasiado afectadas.

Un día pasó mi dueño junto con otro hombre y hablaban de muchas cosas, pero yo no logré enterarme de casi nada excepto que dentro de poco muchos arrancarían sus parcelas de olivos por la subida de precios en otros productos.

Esto me asustó mucho, porque yo no quería ser arrancada. Por un momento pensé que a lo mejor estaban equivocados y eso no pasaría, pero eso por desgracia no fue así.

Al día siguiente vi como venían máquinas enormes y se pararon en la parcela de Paco el hombre con el que estuvo hablando mi dueño. Vi como empezaban a arrancar todas las olivas. Ellas estaban tristes, asustadas, no entendían lo que pasaba y sobre todo gritaban, aunque no las escucharan los humanos por el simple hecho de que no se paraban a entender o a hablar con la naturaleza.

No valoran el hecho de ver una hormiga trabajando duro por su vida, las brisas de aire cuando rozan las hojas de los árboles y estas bailan gracias a él o incluso cuando cae una gota de agua después de no haber llovido durante meses. Ellos solo se fijan en lo que les importa, en lo que se le interpone en su camino, en el dinero, en sobrevivir y no piensan en lo que de verdad es importante como vivir, disfrutar o incluso reír. Y a los que sí disfrutan y viven les dicen raros. Por todo eso pasó esto en la década de los 80.

Pasaron 10 años desde el día que arrancaron las olivas de la parcela de al lado. El dueño de la finca en la que estoy fue uno de los pocos que decidió seguir adelante con el olivar. Ahora se está incluso más tranquila que antes, pero me entretengo viendo las formas de las nubes.

Hoy es un día muy seco. Lleva sin llover casi un año. De repente ha saltado una chispa todo ha sido muy rápido y no sé de dónde procedía esa chispa. Todo ha empezado a arder. Después de unas horas pasa una ciclista cerca de aquí y llama a los bomberos. Durante esas horas todo ha sido negro; dolor, desesperación, muerte, miedo, gritos, pero lo peor es que todas veíamos nuestro final.

Gracias a los bomberos hemos vuelto a ver la luz, pero por desgracia también hemos visto todos los destrozos del fuego. Muchas muertas, otras quemadas más de la mitad y las que menos hemos sufrido tenemos las hojas marrones y el tronco quemado.

Pero no nos rendimos y seguimos luchando la mayoría, las que no pudieron y murieron fueron arrancadas y en su lugar pusieron nuevas ramitas de algunas de nosotras, para que saliesen nuevas olivas y así no quedarnos tan pocas. Brotamos y conseguimos seguir estando en nuestro hogar, en el olivar. Nuestro dueño se asustó porque pensó que perdería su único trabajo, lo que le hacía desconectar y su afición más notoria. Entró en una fase bastante mala, no venía y no sabíamos lo que le pasaba. Sabíamos que no habíamos cambiado de dueño porque no ha venido nadie a vernos.

Pasaron los meses y no había venido ni una sola vez. Teníamos claro que algo no iba bien; por el hecho de que estábamos abandonadas y no sabíamos cómo habíamos acabado así; con tantas malas hierbas alrededor, sin fruto porque no habíamos tenido el suficiente abono como para tener aceitunas. Si tan solo nos costaba mantenernos erguidas en nuestro tronco.

Teníamos miedo de que se produjese otro incendio y al estar tan mal cuidadas y tan debilitadas no lograríamos superarlo.

Pasaban las semanas y por fin un día vino mi dueño junto con su familia. Él tenía muy mala cara. Pasó un vecino por aquí cerca y se paró a hablar con mi dueño. Logré escuchar que había tenido depresión y que se le pasó por la cabeza varias veces la idea de suicidarse, pero por el amor de su familia y por la esperanza de que estuviésemos bien siguió adelante y no lo hizo. Todo esto fue porque se preocupó demasiado de que no saliéramos adelante después de todos los destrozos producidos por el incendio. También dijo que iba a intentar venir muy seguido para así no calentarse la cabeza y porque le daba pena y rabia vernos en el estado que estábamos.

Cumplió con su palabra y venía casi todos los días. Después de un mes y medio ya estábamos perfectamente.

No sé cómo pasaron tan rápido los días, pero ya han pasado 60 años desde todos los sucesos que transcurrieron después del incendio. Ya estamos en el 2050.

Ahora el dueño ha cambiado y es el nieto del anterior. Un hombre de 30 años al que le encanta el campo y estar con su familia. Todos los domingos vienen y hacen un picnic debajo de alguna de nosotras.

Por desgracia, aunque vengan tan a menudo estamos pasando por la peor epidemia del olivar de toda la historia. Muchas ya han muerto por eso, y las que seguimos vivas estamos infectadas. Se nos caen las hojas, nuestras ramas van cayéndose poco a poco y cada vez corre menos savia por nuestro interior.

Nos sentimos vacías, débiles, horribles… Lo peor no es lo que sentimos sino lo que ya no sentimos. No sentimos nuestras ramas ni tampoco algunas raíces.

La mayoría ya casi no vemos luz sino oscuridad, pero seguimos luchando, aunque nos morimos y contra eso es muy difícil luchar. Aguantaremos todo lo que podamos, pero a lo mejor el siguiente invierno no hay olivas y por lo tanto ya no habrá aceite de oliva. Mucha gente se quedará sin trabajo; desde jornaleros, agricultores hasta funcionarios de las cooperativas.

Nuestra dieta también cambiará, para siempre.

Si esto va a más y no se puede contrarrestar pasarán todas estas cosas y más. Para que esto no pase se necesitan más ingenieros agrónomos. Estos investigan las enfermedades del olivo e intentan encontrar una solución para que no se sequen. También investigan el color dorado y el resplandor del aceite de oliva que hace que se parezca tanto a un oro líquido.

Manuel cierra el libro.

-¿Qué te ha parecido? -le pregunta Manuel a su hijo Miguel.

Miguel no contesta y está concentrado mirando un punto fijo.

-Miguel, ¿en qué piensas?

Miguel no sabe que contestar porque está pensando en demasiadas cosas a la vez. En todo lo que han vivido todas las olivas y que él ya sabe gracias al libro de su bisabuelo, en el que habla de Picual. También piensa en lo que estaría pensando su bisabuelo en el momento en el que escribió todo eso. En el miedo que él habría pasado si fuese una oliva y arrancasen a las de la parcela de al lado. En que sentirían cuando pasó el incendio, al no ver nada y en el momento en el que ya pudieron ver vieron el desastre que había a su alrededor. Piensa en la preocupación del dueño. En todo lo que habrá vivido el aceite de oliva que utilizan en casa. Todas esas cosas y todavía más le pasaban por la cabeza.

Después de unos largos minutos logró contestar.

-En todo lo que les ha pasado a las olivas. No quiero que les vuelva a pasar y por eso de mayor quiero ser ingeniero agrónomo.

-Me parece una idea fantástica hijo.