
304. Destino y orgullo
El niño contempla extasiado las ramas de olivo cuajadas de aceitunas. Observa cómo se varean y caen a la red tendida en el suelo. Se agacha y coge una de ellas y entonces mira con emoción al océano de olivos que se extiende ante él, esperando que su fruto sea recogido.
Años después, vuelve a contemplar los olivos en la época de recogida del fruto, Toca uno de ellos y siente la fuerza de la tierra, la raíz de su cultura, el orgullo de ser parte de un destino. Las preocupaciones acechan, ahora es responsabilidad suya mantener el negocio familiar. Pero a la vista de sus olivares, no existe temor alguno que pueda dominarle.
Ahora ve una niña extasiada ante la recogida del fruto y, al igual que él, hace tanto tiempo también coge una aceituna de la red y después le mira con emoción. ¿Pero quién es ella? ¡Ah si!, es su nieta. La llama y ella viene a su encuentro. Es feliz; ha visto en sus ojos que alguien continuará con la saga familiar.
Una mujer a su lado le aprieta el brazo con cariño. Su padre cada vez pasa más tiempo en esa especie de limbo, pero cada vez que viene aquí vuelve con ellos, siquiera por unos preciosos instantes.