300. Melancolía del retorno

Pedro Ruiz Avilés

 

“Sonreír con la alegre tristeza del olivo.

Esperar, no cansarse de esperar la alegría.

Sonriamos. Doremos la luz de cada día

en esta alegre y triste vanidad del ser vivo…

Miguel Hernández. Sonreír con la tristeza del olivo.

 

Recuerdo como si fuese hoy, y ha transcurrido ya medio siglo desde que tomaste el portante hacia tu pueblo en una marcha sin billete de retorno. Lo llevabas tramado varios meses y un desencuentro, una chiquillá de discusión con tus padres y el poco trabajo anual que tras la recolección, precisaban las 880 olivas, una huerta y las 560 tornapeón[1] conjuntamente, más los bajos salarios de los jornales externos, amén del reducido aliciente de vida en el cortijo, finalizó en lo que luego serían casi 6 décadas de ausencia. A ningún familiar (padres, hermano y hermana) les sorprendió esta argumentación al decirles que te ibas de casa por un tiempo indeterminado.

Así que subiste a la cámara dormitorio, llenaste con tus enseres más importantes la maleta de cartón rojo, metiste una muda en un zurrón hecho de lana, cogiste la hucha del altillo del armario las poco más de seiscientas pesetas de tus menguados ahorros y, al declinar la tarde, abriste el portón de la casa y atravesaste el zaguán y la pequeña placeta pedregosa del cortijo de “La Cornicabra” y cogiste atravesando pinares y olivos, de un kilómetro para dirigirte a otro cortijo “Los Paules”; allí te despediste de un amigo y tras descansar con un, célebre, banco de piedra (de origen musulmán), por un camino arenoso que lo unía con “El Tamaral” accedía a la carretera N-322 y se llegaba a 2 kilómetros a tu pueblo (Puente de Génave). Ni tu hermano tuvo suficiente tiempo de aparejar la borrica enana para llevarte los “bultos”, y sólo tu afligida madre te alcanzó para darte dos besos de despedida.

En el pueblo adquiriste en el bar “Iberia” luego llamado “El Pintor” un billete del autobús de línea que conducía a Albacete, comiste en la barra del bar un “joyo” (bocadillo de pan con tomate y unas “chullas” del jamón serrano, aliñadas con el excelente aceite de oliva virgen extra que cuenta con denominación de origen “Sierra de Segura”). Y después diste una vuelta parsimonia por las calles tristes, oscuras y medio vacías como despedida del pueblo, y cuando el reloj de la torre del ayuntamiento con el adelanto habitual de 5 minutos acababa de sonar las diez de la noche, te encaminaste a refugiarte en los portones de la posada del relente nocturno del mes de marzo a aguardar la salida del autobús de línea a las cuatro de la madrugada. Cinco horas después de la primera parte del viaje y con una docena de paradas, la principal en la villa medieval de Alcaraz sobra la que un medio paisano que el conductor “iba a visitar íntimamente a la parienta” invirtió el autocar en recorrer los 131 kilómetros que separan Puente de Génave de la villa principal manchega. La proyectada autovía aún se espera… Hora y media de aguardo en la estación de ferrocarril el tren venía con 35 minutos de retraso, y a continuación 10 horas más de trayecto en los asientos de madera de “El Catalán”, hasta llegar a Barcelona, tu punto de destino del viaje.

Saliste de la estación de Sants medio tarumba, y cogiste un taxi en dirección al “Campo de la Bota” (San Adriá del Besós), donde residía, en una barraca, el camarada murciano de dos años de “mili” que había sido quien te escribió hablándote de un puesto de trabajo de “mozo ayudante paleta”. Ahí te hospedaste y os acomodasteis como buenamente se pudo durante unas cuantas semanas. Poco a poco, y con el tiempo, ahorrando al máximo tras conseguir ese puesto y trabajando de sol a sol y hasta de noche, alquilaste en la “Mina Vieja” una habitación “con derecho a cocina de carbón, luz eléctrica, váter y ducha con agua corriente”. Servicios que en tu anterior vida familiar en su integridad nunca los habías podido disfrutar.

Un lustro más tarde progresaste a oficial en la empresa y eso te permitió alquilar un piso en un bloque de 12 plantas en Nou Barris y te casaste con una gallega (de los Ancares lucenses) residente en Horta Guinadó y que solo quería salir de Barcelona para ir a su minúscula aldea gallega.

Juan (nombre ficticio) paisano y amigo, tú fuiste uno de aquellos españoles que, en tiempos duros, recios y difíciles, que supo sobrevivir y hacer realidad una meta profesional que en tus limitados horizontes de tu adolescencia en tu corta vida hubieras imaginado. La vida, ya lo dijo John Lenon “es aquello que va sucediendo conforme te vas empeñando”. Tu señora y tú sois unos genuinos representantes de los millones de ciudadanos (si se podía decir) que, entre mediados de los años 50 y 70 abandonaron cortijos, aldeas y numerosos municipios del interior peninsular (de estos últimos desaparecieron más de un 20%) de la España Vacía se dice ahora- ante la acusada carencia de infraestructuras y de perspectivas de progreso: laborales, profesionales y de calidad de vida. Como ejemplo baste decir, y no fue un caso extremo, ningún residente hoy en el municipio de Puente de Génave, carece de un familiar directo que no haya, tristemente, echado las llaves de su casa para emprender el amargo camino de la emigración: a toda costa levantina y especialmente a toda Cataluña, al País Vasco, a Madrid, a la Costa del Sol, a Canarias… O muchos vecinos fueron a buscarse la vida fuera de España: a Francia, Bélgica, Reino Unido, Alemania, Suiza e incluso a las antípodas: Argentina o Australia.

Y en estos días de las fiestas de verano, ya jubilado como oficial alicatador, cobras una pensión que, sin demasiadas alegrías, os va a permitir al matrimonio, y con una nieta, dar una vuelta por tus raíces originales que hacía, demasiado tiempo, anhelabas realizar. Esa nieta, aun adolescente pero muy dominadora en informática, os hizo una reserva del autocar directo que une Barcelona con Puente de Génave, de dos habitaciones para seis días de estancia en un antiguo molino. Molino que justamente es restaurado como alojamiento ofrecido para turismo rural, el mismo que en tu época juvenil de morillero, adonde conducías dos mulas pardas (Luna y Paloma) cargadas de capachos de aceitunas del día, las vuestras y las del socio. Y del que ahora ya en una cooperativa no muy alejada, se obtiene el apreciado “oro verde” de la denominación de origen protegida “Sierra de Segura”: es la segunda DOP en antigüedad de España.

Bienvenido amigo Juan, porque llegas en las fiestas veraniegas a un municipio que, aunque conserva huellas en su entorno (puente romano, molino y salto de San Blas, torres musulmanas, fábrica de la Vicaría… ha cambiado mucho “la pinta fisionómica que tenía cuando tú te marchaste y como podrás comprobar directamente. Desgraciadamente tu cortijo se abandonó, y está derrumbado y en ruinas y no fue rehabilitado, pero al lado permanece su caudalosa fuente que abastece de agua potable a la mayor parte del pueblo y a muchas olivas plantadas en sus proximidades donde antaño eran “tierras de pan llevar” y maduraban trigales, cebadas y centenos.

Singularmente, también firma en el libro municipal de paisanos ausentes, saluda a aquellos que aún recuerda, rememora algunas vivencias de cuando eras un chiquillo o mocico, aprovecha para darte una vuelta por los alrededores de la comarca que forma parte de un parque natural, y tienen mucho que gozar y disfrutar. Y, sobre todo, y dado que sabemos que uno de tus hijos es emprendedor o directivo, de una empresa comercializadora de productos típicos de proximidad, llévate las recientes producciones que son mejor calificadas: aceite de oliva virgen extra con DOP, virgen y/o ecológico, embutidos y carne de cordero segureño, miel de romero, quesos galardonados entre los mejores de España y unos de ellos, como el aceite, ya llevarás de vuelta.

Aunque mejor sería que convencieras a tus hijos para que se asocien y creen en el polígono industrial una empresa de productos típicos locales. La UE tiene ahora diversas ayudas en la próxima PAC 2023-27 y en los fondos Next- Generation para la valoración, y la restauración y el desarrollo rural de comarcas desfavorecidas y de montaña como es nuestra tierra, y la Sierra de Segura. Además de las previstas para el Olivar de Montaña y Tradicional en el Plan Estratégico de España.

Hogaño, como sin duda conoces, nos hallamos en un tiempo bélico, de pandemias, de calores extremos, de incendios provocados y de “pertinaz sequía” como la calificara un cursi y hasta los meteorólogos mencionan así. Estos factores están produciendo una escasez de determinados alimentos autóctonos, y más aún que puede esperarse en el año próximo. (por ejemplo, en el aceite de oliva, la cosecha será la mitad del año pasado), y una subida en el precio a los consumidores. Por fortuna, para los agricultores, también sucede en las demás grasas vegetales competidoras. Urbanitas y lugareños no dejamos de mirar al cielo a ver si, por fin, llegan las nubes oscuras con sus ansiadas lluvias para que rellene nuestro río “Colorado” (Guadalimar) y las fuentes y veneros y vuelvan a reverdecer nuestros campos y olivares.

Si, amigo Juan, ha llegado el momento, por otra parte, apropiado, para nuestro país y todos sus ciudadanos recordemos y honremos debidamente a quienes han sido, o aún son, el símbolo más auténtico del mundo rural y, en nuestro caso, de nuestro pueblo. A la gente que trabaja, vive y valora el mundo rural, a su agricultura y ganadería. Y también porque lo hemos visto, en los medios de comunicación, a aquellos que con sus tractores y máquinas agrícolas han luchado contra el terremoto y las lavas generadas en La Palma y las inundaciones o los numerosos incendios forestales que han azotado toda España. También, en parte, afectaron a la Sierra y que devoraba, en ocasiones, las ilusiones por las que toda su vida han luchado.

Vayan con este humilde homenaje, deseando a todos ellos paz y felicidad. Y, si es posible allí donde como ya escribió en sus últimos días el insigne Antonio Machado viviste, “el sol de la infancia y la dulzura del clima y las raíces”.

[1] Tornapeón: modalidad de trabajo compartido entre dos agricultores para efectuar trabajos conjuntos.