289. Oliva la suprema

Lola Vega

 

Huele a tomatera y a hierba recién cortada.

Su cuerpo es de una consistencia abrumadora, con una madurez abrupta y llena de infinitas connotaciones que me provoca recuerdos placenteros y sabrosos, en el paladar me deja un gusto dulce, picante o afrutado, dependiendo, en la mayoría de las ocasiones, de cómo amanezca, porque tiene un carácter fuerte y variable, como todos los elementos supervivientes de un clima duro, está hecha de tierra.

Excita mis papilas gustativas, mi lengua encuentra infinitos matices en cada rincón de su cuerpo, pero cuando me sabe a almendra fresca, se convierte en un deporte de riesgo, porque en más de una ocasión me ha dejado un gusto amargo.

Cuando la luz apunta a su piel, brilla, una piel que siempre se tersa al tacto.

Reconozco que cuando esto sucede soy todo rendición, estaría con ella a cada momento del día.

Por la mañana es como las manzanas frescas, pero por la noche tiene la consistencia del aceite de oliva, sinuosa, fluida y suprema y unos profundos ojos color aceituna.