
247. Los Florez de Poquera
En la penumbra de la noche caminaban con la piel rojiza, se había embarrado en el fango donde cayeron. Todos podían pensar que eran de ese color, más al bañarse, su piel negra re negra. Afloró en el campo. Dejando manchas del barro rojizo en las aguas cristalinas del río Michwa.
Los hermanos Florez regresaban de pallar o cultivar, recogiendo los frutos del olivar de los Poquera, llegaron a Ilo, al descender del barco español, los llevaron al fundo “El Algarrobal”, en aquella tierra fértil, crecieron los gemelos llamados Anthuanet y Antonino. Traviesos y juguetones no sabían de latigazos, ni maltratos, todo era para ellos diversión.
Los gemelos hombre y mujer, fueron pasados como dos varones, sin padres, ni familia, los recogió el caporal, que los trataba como hijos, decía que eran buenos para el reuma, acurrucados a sus piernas dormían los hijos del ébano.
Don Fermín de la Piedra Tramandote dueño y señor de los olivares, cree que los dos negritos son perlas para la suerte de su olivar, hay más negros en el campo, pero son minoría. Desde los cuatro años recogen los frutos, todos saben que se embuten la fruta, hasta más no poder y que guardan las semillas en sus mamelucos, en casa les hacen un orificio y pasan un cordelillo, formando collares, cuando tienen muchas las unen y con huevos de las aves las unen, forman sillas, bancos, tan sólidos como piedra.
Regresando del campo han encontrado una cueva subterránea, en donde dejan las semillas, entre las piedras que tienen forma de cuadrados, al regresar, se han sorprendido de encontrar las semillas con brote, ellos dicen es imposible. Pasa el tiempo y las semillas brotan más, es raro, sin riego. Una noche alumbrados con un leño, entran a la cueva, encontrando un hombrecillo, de unos cincuenta centímetros, que los miro y se carcajeo de ellos.
Hablándoles en una lengua que no entendían, hasta que cansado empezó a soplar el leño para que se apagase y no sucedía eso, el soplido del hombrecito, alumbraba más la cueva.
-esto, está hechizado grito Melphikol, muy molesto, claro escucharon en su idioma-decía refunfuñando
– hablas como nosotros- dijo Anthuanet
– una niña, no debe hablarle a Melphikol- grita el hombrecillo
-no soy una niña, soy un hombre fuerte y valiente, te reto a comprobarlo- contesto enojado
-!jorojojoy jorojojoy!
Seguía Melphikol, moviendo su gran panza, su boca con la barba de rojo, azulado, agitada por el sonido !jorojojoy jorojojoy!
!jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy!
-basta estoy enojado, además ¿Qué hacen en mi casa?
Su casa contestó en dúo los hermanos
– Ziquirizzi , es mi casa
-!!!jijijijaje! Reían los niños
Antonino dijo- aquí no hay nada, es una cueva- deslumbrados vieron aparecer, los objetos del hombrecillo.
-así es, he tolerado su visita a diario, ahora, ya saben que vivo aquí, es mi casa-respondió con voz firme.
Contésteme: – ¿Por qué no se apaga su leño?
-es aceite de olivo, el más fino de la región, con aroma suave y nunca se extingue- respondió Anthuanet, que miraba los cristales brillantes que posee Melphikol,
Luego de laborar en el campo a medio día visitan al hombrecillo, le dejan fruta, aceite y todo lo que pueda necesitar, él nunca está en el día, todo luce como roca vacía.
Solo de noche cada jueves lo visitamos nos hace reír mucho, nos cuenta historias, que no sabemos, no leemos, ni escribimos, solo Leopoldino, el caporal nos da afecto, nos abraza, comemos juntos y regresamos al campo.
-!jorojojoy jorojojoy! Les he preparado está cremita, se llama !Aceitunovski!
-mi madre me la preparaba, cuando vivía en tierras áridas, para calentar la pancita, la acompañaba con quesiñho y panecillo- se quedó callado, cayendo lágrimas de sus ojos.
– los pobladores creen que somos espíritus malignos, pero somos ¿Qué somos? ¿No lo recuerdo? ¿Quién soy? Camino y desapareció.
Anthuanet y Antonino, no les importo comieron la cremita y se marcharon, esa noche tuvieron sueños maravillosos, volaban sobre los olivares y recogían el frutal en grandes cestos, no se cansaban y más, más llenaban, apareció, bellas damitas con vestimenta multicolor, ellas también volaban y reían con el sonido familiar conocido por nosotros !jorojojoy jorojojoy!!jorojojoy jorojojoy!!jorojojoy jorojojoy!
Nos asustó en el vuelo, el mar en crispado con olas gigantescas, los altos nevados con el hielo derretido y los ríos marrones, crujiendo, salen del cauce, la tierra se remece y nosotros volamos, pero estamos asustados, no sabemos que sucede, los árboles de olivo, temiendo a la ventisca, han acurrucado sus hojas, sus raíces han salido de la tierra, como entrelazándose entre todos los arbolitos, los dos abrazados, nos decimos es un sueño, solo un sueño.
Al despertar Leopoldino, está con nosotros abrazados en la cama, con los pellejos de los animales, protegiéndonos del frío, él sabía, de la catástrofe, un gran terremoto, se había llevado parte de la hacienda.
Solo quedaban en pie los fuertes y añejos algarrobos, el rio, mar, nevados se juntaron arrasando kilómetros de vida que terminaron en el gran océano.
Muertos, muchos muertos, cadáveres de animales, árboles, plantas completas, flotando en el río y altamar, todo está desolado. La cueva fue tapada por el alud.
-Melphikol, Melphikol, Melphikol- gritan los Florez
Sin respuesta regresan entristecidos, Leopoldino, los abraza y les dice
– algún día volverá Melphikol, sí volverá
Los niños lo miran – lo conoces a Melphikol
-fue mi amigo de niño, y me acompaño cuando mi Terenja y Pascual partieron junto al creador, siempre fue un gran amigo- se tapó la cara, evitando sollozar.
Otra época de cosecha los olivos, verdes grises, las flores blancas de corazón amarillo, el suave olor a polen, las damitas volando de flor en flor, extraen el óleo que esparcen en sus trenzas naranjas, rubias, negras, castañas, pardas, su madre vuela con ellas, cabello blanco, de ojos rojos, vestida de celeste cielo, acaricia los troncos, melodiosamente se escucha !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy!
Los olivos dieron más frutos Poquera recupero su belleza, dejo de ser un valle solitario,los inmigrantes han ocupado grandes terrenos, todos cultivan olivos, Don Fermín de la Piedra Tramandote, no se recuperó perdió sus tierras, la familia lo abandono, decidió regresar a España, antes quiso vender a los hermanos Florez, ellos no sabían eran negros esclavos, Leopoldino lo convenció que se los dejará, que siempre los tuvo como hijos, les dio su carta de libertad y les puso de apellido Flores, él había observado con que delicadeza ellos siempre quisieron a los olivos.
Anthuanet vistió por primera vez como mujer, sus crespos cabellos los peino con el aceite, hasta dejarlos sedosos y lacios, trenzándolo como las damitas voladoras, que sólo los hermanos y creyentes de la naturaleza, pueden ver.
Su vestido verde lo tejió con las hojas, una a una cada filamento, dejando una bella capa para protegerse del sol, con las semillas se hizo arete, collar y pulsera, con un pedazo de tronco sandalias que con el óleo. Le dio brillo.
Antonino reemplazaba a Leopoldino, que ya está más viejito y con dolor reumático, ni el óleo caliente, le calma ya el dolor articular, sabe que las tres hojitas, le desinflama, pero ya es el precio de la ancianidad.
Pronto cumplirán años, Antonino ha encontrado el amor, cada tarde visita a Paola con un cascajo de aceitunas, las escoge entre verdes, negras, pardas, algunas les quitan las semillas y coloca queso, ají, tomate, almendra, todo lo que se le ocurre, para darle gusto a su negrita.
Paola es negra, cimarrona, escapada de los cultivos de Ica, se refugió en la ciudad, escapando del látigo y el abuso, no importa que no sea libre, él la protegerá.
El tiempo paso los hermanos ya son padres, cada uno tiene una buena relación, al llegar el mes de junio, escuchan la risa conocida
– !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy!
-! ha vuelto! !Ah vuelto!
-no, es otro hombre joven, en su carreta, alada por caballos, su risa es parecida, pero es más alto, no vivirá en la cueva, es el nuevo señor de la hacienda “El Algarrobal”, cuentan que adquirió la hacienda en un juego de naipes, que no sabe nada de cultivo, que es un mercenario, que viene huyendo de la guerra en Europa.
Anthuanet y Antonino, han enseñado a sus hijos los secretos de los cultivos, le cuentan que deben tener ojos de niños siempre, para poder ver a las damitas voladoras, que algún día, regresará el hombrecillo de los platos típicos, que ellos comen, el pan verde de aceituna, la crema de ocopa al olivo, los peces en ensalada de aguacate y olivo, la crema helada dulce con fresa y plátano, la sopa de espinaca con aceituna negra añeja.
En noches de plenilunio bañándose en el río Michwa, con lodo rojizo, quemando un tronco de olivo, que arde con gran luz y calor, las familias Florez, escuchan en el cielo estrellado, la risa de quién no olvidaron
!jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy!
!jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy! !jorojojoy jorojojoy!