241. La fortuna de Hesperia

Carmen María Lainez Troya

 

Cuenta la leyenda que estando Tique, la diosa de la fortuna y la prosperidad, pensativa en sus aposentos, escuchó los lamentos de su hermana Afrodita, la diosa de la belleza. Extrañada de oírla quejarse, puesto que era siempre la más risueña y altiva de las hijas de Zeus, decidió ir en su búsqueda y preguntarle qué le ocurría.

Afrodita, no sin reservas, le confesó que estaba triste porque su don era el menos útil de todos, puesto que la belleza era efímera en los mortales y no iba acompañada de riquezas o éxitos, ni siquiera de felicidad, y que no sabía cómo impresionar a los habitantes de las tierras de Hesperia, zona en la que, se rumoreaba, vivía un apolíneo agricultor del cual se había enamorado.

Tique, decidida a ayudar a su hermana, se propuso intervenir en el destino de Hesperia. Para ello, le pidió a Afrodita que le acompañara a dar un paseo por la Sierra de Cazorla, lugar en el que vivía el joven. Una vez allí, pasearon en silencio siguiendo el recorrido del rio hasta que se pararon a descansar, momento en el que Tique retomó el tema y le pidió a su hermana que posase sus poderosas manos sobre unos frágiles arbolitos que adornaban todo el paisaje. Estos, de repente, se iluminaron con un verde intenso y de sus ramas brotaron unas pequeñas bolitas verdes y brillantes.

–Hermana Afrodita, puedes llenar de belleza el paraje más lúgubre solo con tocarlo. Y yo, para que no sea en vano tal demostración de divinidad, convertiré en riquezas el fruto de la misma.

Y cogiendo entre sus manos varias de las bolitas verdes, las apretó, y de ellas brotó oro líquido.

Y así, es como nació el primer olivar.