
24. Los olivos del olvido
Desde Facebook, llegó un contacto. Otrora alumno de “La Escuela de Play Boys”, ubicada en los fondos de la calle Chacabuco, allá en Lincoln. Pionera en el sembradío de olivas como salida económica. Activando planes especiales para políticos flojos de papeles. (Oportunistas peregrinos del desencanto constante. Siempre transitando en falsa escuadra) El avanzado alumno, gozaba de la simpatía radiante para la improvisación. Astuto, potente, vendedor, compinche de grandes aventuras y dislocados encuentros. Eran tiempos de figurar relaciones comerciales interesantes, en pos de una causa leal. Una llamada desde México, activó el contacto virtual. ¡Una alegría escuchar su voz!
Queda pendiente el encuentro. Leí una historia por ahí, desde mi computadora, sobre La Laguna del Chancho, y recordé esos tiempos maravillosos, dijo la voz de Jorge Tortello, un interlocutor alegre, aparecido y apreciado. Mortal especializado en roscas y negocios de todo tipo. Solíamos vender plantines de olivos en otras localidades de la provincia para extender la magia de los olivares. Fueron mis primeras armas y mis primeros arrimes a la botánica…
Tipo audaz, capaz de vender anchoas saladas a los sedientos caminantes del desierto de Sahara. Nadie se le resistía. Enérgico para aceitar el camino sinuoso del óleo verde.
¿Será el loco de Wilde, el que escribe sobre esos enredos? Y no me equivoqué…
!Qué hermosa vida hemos vivido, amigo. Un placer saludarlo…!
Sabe Guidrobros, uno no calibraba en esos momentos lo vivido. Nos sorprendían los planes que dibujaba el profesor Tadeo. Activado por la magia y el amparo inconfundible del Orlando Oliverio Olivo. Qué empresario arriesgado, nunca se achicaba y duplicaba apuestas. Qué hombre bravo y práctico para lanzarte a las ventas. Un lujo profesional.
¡Qué gente especial! Ya no da criollos buenos el tiempo. Todos hemos cambiado. Nos fuimos apartando de las buenas costumbres. Nos aislamos demasiado. Del oro verde, sólo me queda el recuerdo del loro verde del Orlando Oliverio Olivo. Ese pajarraco que tenía en la oficina y cantaba la marcha peronista, si los negocios no cerraban. Un fenómeno el bicho. Conocedor del ambiente y del clima. Bien intencionado.
Fueron tantos nuestros deseos de poder mirar de igual a igual, a esos personajes importantes. Poderosos de altas alcurnias. Empresarios vivos, ávidos de billetes crocantes. Que nos ganaba fácil la alegría de poder acompañarlos, siempre, con una buena idea. Veníamos de abajo. De viejos trabajadores, sin fortunas. Y mansamente, nosotros, pretendíamos enredarnos con la crema del poder. Para zafar lindo, vendiéndoles la idea del oro verde. Mire en qué despelotes me metía por acompañarlo.
Enlace la historia. Cuente libre. Ya nos queda poco hilo en el carretel. Nunca se sale solo. Se necesita un gran equipo y una brillante idea, para desarrollar cualquier emprendimiento exitoso. Y esa planta milenaria, precisa una historia agraria…
Esa premisa, precisa, la tenía el iluminado mayor de la Universidad Popular de Wilde, el profesor Vicente Arquímides Tadeo, que financiado por el Orlando Oliverio Olivo, intentaban un salto ornamental, para realizar un cambio en la producción agropecuaria de la provincia de Buenos Aires. Y desde Lincoln, se abrían al mundo sin complejos.
Llenaría de olivos todo el recorrido del río Salado. Obra de dragado y ensanche en todo su recorrido hasta hacerlo navegable y profundo. Para eso, encadenarían todas las lagunas Encadenadas y saldrían directamente al mar. Abaratarían fletes. Harían puertos internos. Fábricas y envasadoras de productos. Otra que el Plan Maestro…
¡Qué apuesta brillante! Empujaba la jugada altamente preparada el intendente local, Aldo Corti, gran amigo personal del Orlando Oliverio Olivo. Por qué, había que rescatar el arrojo de nuevos emprendedores. Además, había que superar las hectáreas sembradas por Santa Isabel. Y el plan cuadraba lindo. Aprovechaba las márgenes del Río Salado, ensanchado en toda su extensión. Atacando fuerte en los terrenos semiáridos de la costa oeste. Justamente, las tierras elegidas por la gente del doctor Rodríguez Bausat. Y ellos multiplicarían fuerte la planta bíblica. Habían calculado 4 molinos manufactureros en todo el tramo del río Salado. Para generar un alto tonelaje de exportación. Un plan Maestro, hecho y derecho.
Se presentó el proyecto patrocinado por la empresa Lechiguanas S.A., que proveía las máquinas y todo el personal altamente capacitado. Desafectados por una expropiación, había que conseguirles empleos. Y nada mejor que esa obra para reactivar a la empresa. El proyecto, quedó cajoneado en un ministerio platense. Durmiendo una siesta grande. Lo mató el olvido. Lo secó la indiferencia. Cuanta desidia de nuestros propios gobernantes. Se acabaron las obras en un país que viene barranca abajo. Dónde crecen los planes sociales y falta empleo. Ya van tres generaciones que no trabajan. No se olviden de los olivos. Un plan que habría que reflotar urgentemente. Atentos.
Para el 2024, piensan terminar la obra del ensanche del río Salado. Pero se relegaron los olivos. Ensanchan nomás el cauce. Atrasan. Nosotros estuvimos mucho antes con un plan más efectivo. Lleno de nuevas oportunidades laborales. Cosas que pasan…
Sobre los escombros de un derrumbe empresarial, había conseguido la información certera de un trabajo sin igual en la zona. El otrora, “Establecimiento Santa Isabel” afincado en Roberts, partido de Lincoln había desarrollado un emprendimiento sobre 1500 hectáreas con plantaciones de olivos. Con una planta aceitera de primera generación. Argentina, había desarrollado en esa zona el olivar más grande del mundo. Ni España, Italia y Grecia, entre otros, tenían una extensión de esas características, dispuestas a la producción del oro verde. Santa Isabel, le sonreía al mundo…
Argentina se ubicaba entre las primeras potencias productoras de aceites y aceitunas. Un sembradío que ostentaba el récord de producción del país.
Un lugar altamente seleccionado, que abría un abanico de oportunidades interesantes, a pocos kilómetros de la Capital Federal. Tierras con características diferentes a los suelos duros y rocosos del norte. En ese solar del oeste, crecían unas aceitunas diferentes. Con poco hueso y mucha pulpa, sabrosas, orondas, jugosas y aromáticas.
El hacedor de la empresa fue el doctor César Rodríguez Bausat, quien secundado por un equipo al mando del ingeniero agrónomo Coco Campos, y otros partícipes alentaron estas obras durante más de 12 años. Con la mejor selección de olivos para trabajar su expansión. Un plantel cuantioso de hombres y mujeres remaba en esa entidad modelo olivo exportador, de la provincia de Buenos Aires. Lincoln era potencia olivar sin precedentes. Los primeros de la zona bonaerense.
Allí en Roberts, partido de Lincoln, la Santa Isabel, formó parte del plan Quinquenal establecido durante el gobierno del General Juan Domingo Perón. Siendo la primer plantación de olivos en los años cercanos a1950. Reinaban en la llanura bonaerense. Allí se trabajaba fuerte en la comercialización de sus productos para exportación, como para el consumo interno. Vendían y producían aceites, aceitunas, cremas y hojas de olivos seleccionadas para realizar infusiones con resultados curativos y homeopáticos. El olivo tiene grandes atributos medicinales. Atentos.
Todo funcionaba sobre rieles seguros. Pero hubo un cambio accidental. Un corte abrupto. La Revolución Libertadora, terminó expulsando al gobierno democrático del general Juan D. Perón. Hubo corridas trágicas, persecuciones varias e ideológicas. Fusilamientos. Enredado en un clima de violencia desapareció el Establecimiento Santa Isabel. Casi misteriosamente. No quedó ni un carozo de aceituna hojiblanco ni de las otras especies. No quedó nada. Solamente, yuyos, taperas y algún recuerdo perdido en la soledad del paisaje. Todos, se evaporaron misteriosamente…
Después del éxodo lo único que quedó cercano al lugar, sobre el borde derecho de la Laguna del Chancho, fue una “Bruja Ranquel”. Allí, se plantó firme el rancho con lumbrera de olivos de la joven hechicera india, Ayelén Rollén, para dejar el dato clavado como un cuadro…
Pasó el tiempo. Pasaron los años…
En la década del setenta volvió el general Perón, de España, a ejercer su tercer mandato en la República Argentina. Habían pasado dos décadas apenas…
Para esa época, ya tallaba en nuestras mentes las osadas enseñanzas del profesor Tadeo. (Fabricaba el submarino a remos) Un prócer sin reconocimiento. Ocupado por conseguir el pleno empleo. Toda actividad debía industrializarse para conseguir divisas para el país. Logrando un estado de bienestar para todos.
Angustiado por quebrantos económicos el Orlando Oliverio Olivo, contactó al joven educador de Wilde, para abrir un nuevo canal exportador. Para desarrollar un trabajo diferente al de las carnes de liebres. Visitando a la hechicera india, siguió su consejo visionario. “Siga al verde. Retome la ruta de los olivares”. Su amor por la la siembra lo llevó nuevamente al olivo. El oro verde, siempre atrae tanto, o más, que un bello púbico… Un grupo primitivo de asistentes a las reuniones en los fondos del frigorífico, conformó una cooperativa solidaria. Intentando tallar desde el llano, un plan maestro para rumbear la economía bonaerense. Si lograban convencer a ciertos políticos, la empresa sería un lindo paseo…
Una gran idea surcaba las mentes de estos arriesgados asociados. Ensanchar y hacer navegable en todo su recorrido el Río Salado. Cultivando en los bordes del ensanche del río, una plantación de olivos superior a las proyectadas por la gente de la Santa Isabel. Habían asentado un precedente. Pongamos manos en la obra…
Era Lincoln, un solar espectacular, dónde ellos pasaron una adolescencia increíble, llena de aventuras surtidas de todos los colores. Con recuerdos y secretos inolvidables.
Ya no está el Orlando Oliverio Olivo para bancar una empresa arriesgada. Los muchachos que quedan al frente, no gastan el dinero ni contra la pared. Se hicieron conservadores, se quedaron con la soja y sus ganancias momentáneas.
Se extraña en demasía al tío, sus asados con picadas interminables y ese saboreo de aceitunas elegidas y carnosas. Verdes o negras. Cada una con un sabor diferente. Y tallaba injertos sobre las plantas para imaginar frutos con combinaciones de color.
Si salen mitad verde y mitad negras; las vendemos en Mataderos para los seguidores del Club Nueva Chicago. Si sacamos rojas y negras, las vendemos en Santa Fe para las hinchadas de Colón y de Ñuls. Fantaseaba y arriesgaba enamorando colores…
No se olviden, que es una planta originaria del Asia Menor. Y nosotros, las llevaremos hacia cualquier lado. Exportaremos aceitunas y aceites, hacia todas partes, decía sonriente el Orlando Oliverio Olivo. Volveremos a tener las alforjas llenas y haremos un asado para tres mil personas. Reventaremos las instalaciones del Club El Linqueño. Avísele al mago García, para que vaya reuniendo amigos…
Porque el éxito que no se comparte, no sirve para nada. No se olviden que alguna vez, fuimos conocidos por las aceitunas de Santa Isabel…
Los buenos ejemplos no solo hay que imitarlos, intentaremos superarlos decía orgulloso el Orlando Oliverio Olivo, cuando preparaba la partida para intentar suerte en el paño verde de la ruleta marplatense. Si ganamos en este viaje, compramos veinte mil plantas más de hojiblancas. Rosita, sonreirá contenta, sumando a cuenta. Si se pierde, le damos a los injertos para ir despuntando el vicio. Un empresario todo servicio atraído por el oro verde. Para hacer negocios casi redondos invierta en aceitunas, predicaba. Todas tienen un jugo especialmente bíblico. Poderoso el olivo sin igual…
Una suerte jugar en su escuela. Se lo extraña en demasía. Un beso al cielo. El llamado activó el recuerdo de una empresa que pudo haber cambiado muchos rumbos.
En la actualidad, si van para el sur de la provincia de Buenos Aires, encontrarán la ruta del olivo para el lado de Sierra de la Ventana. Se abrió un camino verde.
En el oeste, abandonaron los olivares y se volvieron sojeros. Olvidando que una buena idea vale más que el dinero…
Falta el encuentro con el otrora vendedor de olivares, proyectaremos un encuentro para alterar paladares con ejemplares carnosos de la especie Gordal, especiales para rellenar con una historia de olvidos…