239. Manuela

María de la Paz Valero Uceda

 

¿Qué es la vida…? A veces pasamos demasiado tiempo en planificarla, en aferrarnos a las cosas, hasta que de pronto algo llega y lo cambia todo…

Quizás esto le pasó a Tomás, un hombre de campo, que no tenía más que su olivar, ese que contemplaba cada día desde que era niño, conocía perfectamente las bondades del aceite y casi puedo decir que no había remedio o enfermedad que Tomás no fuera capaz de sanar con unas gotitas de ese oro líquido,  y como él decía “el aceite es nuestra vida, la del gente del sur y del mundo entero”

Ese mundo que para él no era demasiado grande, su mujer y su tierra, hasta que un día apareció ella.

Manuela, que llegó aquella finca como jornalera, fue como un torbellino en la vida de todos, recorrió con él cada palmo de olivar, y entre esas tierras también el vientre de Manuela dio fruto como la aceituna madura, pero ella era un alma libre, con ganas de recorrer otras tierras, y de nada hubiera servido que Tomás hubiera abandonado a su mujer, pues aquella jornalera solo le podía  dar eso, a su pequeña.

Ella no estaba preparada para ser madre, así que Tomás y su esposa acogieron aquella niña, después de un doloroso perdón.

Pero en cambio Tomás no dejó de amar aquella mujer ni un solo día de su vida, se aferró a su recuerdo como a su aceite, convirtiendo el aceite “Manuela” en uno de los mejores del mercado, jamás volvió a ser infiel, pero tampoco dejó de amarla.

Hoy lo sé cuándo lo veo cada tarde saboreando su aceite mojado en pan, y mientras que me mira, a mí,  su nieta, a veces se le escapa su nombre al confundirme con Manuela, con su Manuela…