
222. Otros usos del aceite de oliva virgen extra
Me despertaba el dolor de tripa de madrugada. Lacerantes dolores como si acuchillasen con saña mi estómago de niñito de cuatro años. Mi madre, somnolienta, entregada, me bajaba de la cama compartida con mi hermano. Corríamos, en silencio, en pos de ayuda por calles mal iluminadas, sin asfalto, sin esperanza. No había 112, ni hospitales cercanos. No existía almax ni omeprazol en aquella España de los 50, solo reinaban la musiquilla del diario hablado de Radio Nacional de España: -“Tiro rirorí…, tiro rirorí…, to riro…”- y Franco, con sus malditos pantanos. Calleja sin salida. Golpes a una puerta sin picaporte. Pasos cansinos. Luz de una vela. Ella, “Laquecura”. Nonagenaria casi. Conversación. Saca una botellita. El afrutado aroma del aceite de oliva nos embriaga. Masajea con él mi barriguita blanca de norte a sur, de este a oeste. Reza, o parece que reza.; nosotros hacemos como que rezamos. Dedos artrósicos. Qué bienestar. La voluntad. Y a casita. ¿Placebo? ¿AOVE? ¿Qué importa?