22. Lo que se nombra permanece

Sara Coca

 

El abuelo susurraba que no creciéramos. Prometedlo, repetía. Después sonreía y jugábamos a renombrar las cosas a la sombra del olivar. Palabras viejas que muy pocos conocen. Un lenguaje ancestral que nos envolvía en la naturaleza. Escuchábamos la respiración de las hojas, aprendimos usos curativos del aceite de oliva, leíamos los raigones de olivos centenarios y descubrimos almazaras encantadas. Pero empezamos a crecer por curiosidad y, poco a poco, nos olvidamos de todas esas palabras escritas en el viento que el abuelo ya no quiere pronunciar más. Ahora solo habla con los troncos, que se retuercen a su paso para escucharlo.