
215. Tres morillas
Aquellos eran otros tiempos. Había que echar una mano en casa. Mejor las dos. Comenzábamos a trabajar en el campo a los seis o siete años. La escuela solo para los días de mucho frío o para cuando escaseaba la faena. Yo acompañaba a mi abuelo y a mi padre a coger olivas. Otros chicos también. El hermano mayor de uno de ellos se sabía una copla. Tenía muy buen humor. Y una punta de picardía, ahora me doy cuenta. Entonces no le cogí el tranquillo. La entonaba con frecuencia. La aprendí de memoria, de tanto repetirla el mozo. La resumo un poco:
Tres morillas me enamoran en Jaén,
Axa, Fátima y Marién.
Tres morillas muy garridas iban a coger olivas,
y hallábanlas ya cogidas en Jaén,
y tornaban desvaídas
y las colores perdidas en Jaén,
Axa, Fátima y Marién.
Un día le pregunté quiénes eran esas tres morillas y qué significaba que las olivas las hallaban ya cogidas y tornaban desvaídas con las colores perdidas.
Me miró con media sonrisa y me dijo que tranquilo, que mi padre y mi abuelo ya tenían en casa a mi madre y a mi abuela.
Confieso que entonces no entendí lo que quería decir.