
210. Bailando bajo la lluvia
-Papá, por favor cuéntamelo de nuevo -dijo Gregorio con impaciencia.
-Sí, ya te lo he contado muchas veces, hijo -contestó Paco con un resoplido, mientras veía la cara de ilusión de su hijo-. Venga, una última vez y ya está.
Gregorio asintió con energía y se colocó bien en su sillón.
-Era el diecisiete de septiembre del año dos mil veintidós, había sido uno de los más secos y calurosos desde que se tenían registros. Lo recuerdo muy bien, ese día estábamos en el campo, creo que preparando un terreno para realizar una nueva plantación de olivos. Ese, según la aplicación de mi móvil, había alguna previsión de lluvia, pero yo no me fiaba mucho porque días anteriores había pasado lo mismo y luego no llovió nada, nos quedamos con la miel en los labios -explicó minuciosamente a Gregorio.
-Pero sigue Papá, no te pares -le insistió su vástago.
-Espera hijo que beba un poco de agua, ¿por dónde iba?
-Por la miel en los labios, papá.
-Correcto. Ese año había muy poca cosecha de aceituna, los olivos estaban muy irritados, pasabas por su lado haciéndole las labores y podías escuchar sus lamentos. Pero ese día algo cambió, de repente comenzó a moverse un fuerte viento, y en el cielo se movieron las nubes con mucha rapidez. Unos minutos más tarde el viento cesó y comenzó a lloviznar. A nosotros nos cogió por sorpresa. Pero hijo, es que solo pasaron dos minutos y fue cuando comenzó a llover de verdad. Me quedé perplejo con lo que vi, los animales comenzaron a salir de sus escondites para mojarse.
-¿Y tú qué hiciste papá? -preguntó asombrado Gregorio
-Bailar bajo la lluvia -contestó emocionado Paco.