20. Los años del hambre

Francisco Rodríguez Criado

 

Los inquilinos de aquella corrala madrileña compartían lo poco que tenían para sobrevivir durante los años del hambre.

Sucedió que en plena Navidad, una o varias personas —nunca se conocería su identidad— se las ingeniaron para dejar un regalo en cada puerta.

A la mañana siguiente, uno de los vecinos se levantó a primera hora y, al ver aquel reguero de odres de cuero llenos de aceite de oliva a las puertas de las casas —producto que, por culpa de su escasez y de la carestía, la mayoría de la población no había probado en años—, comenzó a aporrear dichas puertas para avisar de la buena nueva.

El regalo del añorado aceite levantó el ánimo de los convecinos, y aquella noche del 24 de diciembre de 1810, en plena Guerra de la Independencia contra el invasor francés, todos se congregaron abajo, en el patio de la corrala, para festejar entre canciones patrióticas un acontecimiento que los más osados e hiperbólicos, llevados por un fervor cuasi religioso, comparaban con el propio descubrimiento de las Américas.