183. Raíces profundas
Caminaba entre los olivos como todos los días durante más de setenta años y, como todos los días, pensaba en la misma historia: los olivos tienen memoria, son testigos silenciosos del tiempo.
Esta vez, las reflexiones sobre su vida hicieron que perdiera la senda conocida y dejó que las voces que murmuraban secretos desde las profundidades de las raíces eligieran el camino. Desesperada, posó su mano sobre la corteza del que parecía ser el árbol más viejo para encontrar una respuesta o una salida. Pero, en ese instante descifró todo: el olivar no solo producía aceite, sino también memoria. Las historias de sus antepasados, sus miedos, sus amores… todo estaba ahí, guardado en las profundidades de sus raíces.
Un escalofrío recorrió bruscamente su cuerpo. Las ramas del olivo se sacudieron suavemente y, entre el crujir de las hojas, escuchó un susurro: “Regresa lo que nos pertenece”. Retrocedió, aterrada.
Las raíces que, hasta hace poco parecían dormidas, ahora se enroscaban en sus pies. Luchó, intentó liberarse, pero era inútil. Mientras aceptaba su destino y la tierra la tragaba lentamente, comprendió que los secretos del olivar jamás debían ser revelados y ahora se convertiría en uno de ellos.