176. La unción
José Ignacio Echevarría Ortiz de Zárate
Adela lavó con sumo cuidado el cadáver desnudo de su marido, Néstor, y lo ungió, con una dulzura inefable, con aceite de oliva virgen extra, sin olvidarse de ningún rincón de su piel blanquecina. Pasados unos minutos, procedió a vestirle.
Una hora después, los familiares y amigos del difunto entraron en la habitación donde descansaba el cuerpo exánime, para rezar por el eterno descanso de su alma. Todos apreciaron aromas frutados y herbáceos con notas florales que flotaban en la estancia derivados del aceite de oliva con que había ungido Adela a su esposo, pero nadie dijo nada porque comprendieron que Néstor estaba listo para emprender su último viaje.