15. No son sueños
Sólo hay una fotografía que avala con certeza que el tío Juan estuvo alguna vez trabajando en la Finca. Con una sonrisa forzada , lo inmortalizó la cámara de algún fotógrafo de la época. Lo dejó patitieso, como solía comentar con sorna la tía Emilia, con cara de liebre asustada.
Si después logró apañárselas con otros trabajos, nada se supo con certeza pues en las cartas que mandó y que mi hermana le leía suponemos que inventó una vida idílica para ambos.
Cada semana pegábamos el oído para escuchar la cantidad de hazañas que Juan había logrado en su deambular por el mundo: que si era supervisor en un zoo italiano, que si encargado en una empresa de conservas,que si bla,bla.
Así, fuimos perfilando la aventura más increíble que cualquier vecino podría siquiera haber soñado para sí mismo. Su vida fue la novela por entregas que se iba transmitiendo de unos a otros mientras las cuadrillas se afanaban en recoger las aceitunas.
Alguna vez me pareció ver , en el reflejo del sol sobre los olivos, la señal mágica que me invitaba a fantasear, como Juan, con unas posibilidades que la realidad no ofrecía.