141. Con los cinco sentidos

Ojiplático

 

Con la mano del manijero levantada hacia el cielo: la recogida de la aceituna en el olivar ha terminado y da la orden de vuelta a casa a la cuadrilla de trabajadores. En el tajo, la mano refleja los cinco sentidos como símbolo de victoria: la vista del remolque lleno de aceitunas, el tacto de las ramas del olivo y el sonido ya apagado de las varas, para culminar en una armonía de sabor y aroma, capaz de compensar en el paladar días y días de esfuerzos y de preocupaciones por las adversidades climáticas.

Volví a casa y encontré a mi hijo quejumbroso y le dije que debería ir a coger aceitunas, porque no alcanzaba a entender los motivos de su cansancio. Me senté a cenar y después caí rendido en el sofá, dejándome llevar por Morfeo. Debió ser un sueño: junto a mi hijo, estábamos vareando un olivar, mientras las aceitunas caían sobre el tendal. Y alguien nos levantaba la mano: nos indicaba que parásemos y que fuésemos hacia ese olivo. Lumbre, con olor a ramón quemado. Es lo que se veía. Y brasas. Nada como comer en el campo. Otro triunfo de los sentidos. Desperté, pero era real.