138. Verde oliva

Láudano

 

Se rumoreaba que aquel año el modelo Picual iba a cotizar alto en los mercados. Con esfuerzo, y una buena cosecha, lo conseguiría. El trabajo comenzaba al despuntar el alba. Finalizaba con el ocaso. Entre medias, sueños y esperanzas.

De vez en cuando miraba a lo lejos. Abarcando su mundo. Abrazando al universo. Los olivares extendidos en varios kilómetros a la redonda. El sol, cual saeta dorada, refulgiendo en las aceitunas ya maduras. Música para los oídos. Cromatismo para sus ojos. El éxtasis para su alma.

En el silencio del valle, el aire se cuela por todas partes. Juan cierra los ojos. Aspira los mil y un aromas que la naturaleza le pone delante. En la infancia aprendió a distinguir cada olor y textura. Ahora, el mundo se lo devuelve en forma de regalo para los sentidos.

Saca una bota que contiene vino. O quizás maná. O sueños líquidos. Echa un largo trago. Nota como el calor sube a las mejillas. El corazón se apacigua. El bienestar se apodera de él. Quizás, como dicen las malas lenguas, eso es lo más cercano a estar en posesión de la verdad. De su verdad. Del paraíso.