131. La cata
A la tosta le faltaba algo básico, profundo, sustancial. Al primer bocado se dejaba sentir, pero era tal la consistencia del jamón, tan potente el regusto del queso de cabra y densa la textura del mousse de tomate y arrolladora la presencia de esa especia oriental que el gran chef se había empeñado en añadir para darle un toque exótico a la obra, que la falta no se identificaba. Se procedió entonces a la deconstrucción completa de la elaboradísima composición para averiguar qué ingrediente básico, profundo, sustancial se echaba así de menos. Volvieron a testarse uno por uno los sabores. Hasta que en un descanso alguien, para matar el hambre, asó ligeramente aquel sencillo pan recién cortado en rebanadas casi translúcidas y las roció con aceite de oliva virgen extra de la tierra (todo lo más algún que otro grano de azúcar o sal a modo de polvillo de diamante), y aquel manjar reducido a su mínima esencia obró el prodigio.