128. Hasta el final de la temporada
Espérame padre que mis piernas aún son cortas y mis manos dulces.
No intentes que temple los lienzos con soltura, que ordeñe con vigor o haga de esportero sin postrarme. A mis escasas primaveras, bien podría dedicarme a cuidar mis muñecas y harapos.
La escuela apenas conozco, pero en pocas letras escribo mi nombre asiduamente. En cualquier sitio, mi gran pasión.
“Medio jornal por mi hija y uno por mi hijo”, ese fue tu trato.
Y ahora los jornaleros se compadecen de mi cabello ralo y huesos esbeltos, asumiendo que mi obligada derrota a poco más que un marido y un plato en la mesa me llevará.
“¡Algo de queso y pan!”, me ofrecen de su talega. “¡No tengas vergüenza, criatura!”
Y yo acepto, más por cortesía que por hambre, los manjares que mucho distan de lo que madre me da.
Hasta el final de la temporada.