125. En un campo de olivos
Miro al horizonte y no quiero ver más allá de los olivos. Durante generaciones mi familia ha cuidado de estas tierras y ha hecho de ellas un vergel económico basado en el aceite de oliva.
No hay nada más mediterráneo que un buen olivar, y desde las tierras helenas hasta estas de la Baetica podemos admirar el poder que ha dado este oro líquido que todo lo tiñe y todo lo resalta.
En el día a día del cuidado de estas tierras queda patente el amor humano por la naturaleza, no solo por razón económica, sino por la propia satisfacción de la creación y moldeado de esta en honor a Minerva.
Las gentes van y vienen, mientras los olivos permanecen, no solo por sus fuertes raíces sino también como una metáfora de la fragilidad y efimeridad de la vida humana. Cuando miro el olivo más cercano a nuestra domus, pienso en cómo fue traído en algo tan pequeño como una aceituna desde tierras lejanas, para arraigar en esta nueva tierra.
Es este olivo el que mantiene la esencia al paso de los años, siendo testigo amable de mi familia mientras lo respetamos con nuestros cuidados.