111. El aceite más puro del mundo
En lo alto de una colina, se extendía un olivar milenario. Nadie se atrevía a entrar en esos campos, pero todos conocían la leyenda: el aceite de esas olivas, decían, era el más puro del mundo, aunque maldito.
Aun así, Guadalupe, una joven intrépida, decidió investigar. Al caer la tarde, se adentró en el olivar. Las ramas de las olivas parecían susurrar secretos mientras ella avanzaba. En el centro del campo, encontró una vieja almazara abandonada. Dentro, una prensa de piedra cubierta de polvo, y sobre una mesa, una única botella de aceite, brillante como el oro líquido.
Sin pensarlo, Guadalupe tomó una gota en su dedo y la probó. Un sabor exquisito llenó su boca, pero pronto sintió un cosquilleo extraño en su piel. De repente, las raíces de los olivos comenzaron a moverse, como serpientes hambrientas. Intentó huir, pero ya era tarde. Sus pies quedaron atrapados, y su cuerpo empezó a endurecerse, fusionándose con la tierra.
Al amanecer, los aldeanos vieron una nueva oliva en el campo, joven y frondosa. Nadie sospechaba que, bajo sus raíces, Guadalupe yacía atrapada, inmortal, alimentando con su esencia el aceite más puro y misterioso del mundo.