
11. AOVE HANDALIKUS
Miguel era consciente de que el paso que acababa de dar formaría parte de esas pocas líneas que se escriben en mayúsculas en el currículun vital de cada persona. Tras su accidente en Chiclana y la amputación de sus dos piernas, su vida había dado un giro total.
Después de un duro período de recuperación y de adaptación, se hizo fuerte en sus «daños estructurales» y pudo dedicarse a sus dos máximas pasiones: el AOVE y la literatura.
Por fin había formalizado la compra de la finca familiar que tiempo atrás habían arrebatado a su abuelo Andrés. Una finca de 70 hectáreas de olivar custodiada por un bello y funcional cortijo. Y todo gracias al éxito de sus novelas históricas y también gracias al aceite.
Porque si él seguía vivo y no se había desangrado en el accidente, era en gran parte debido a la botella de aceite que siempre llevaba en el tractor, que en realidad era un dispositivo de alarma diseñado por su amigo Luis y que permitió que los servicios de emergencia llegaran con celeridad al lugar del accidente.
Ahora le sonreía todo, hasta sus ausencias y los proyectos ocupaban su cabeza. Entre otras cosas se había comprometido a que toda botella de AOVE que saliera de su almazara, llevaría en su etiqueta un HANDALIKUS, una innovación poética suya que consistía en haikus de temas andaluces. El primero sería:
En la aceituna
si la cosecha es buena
amanece antes